MELVYN GRANT (ICE SCHOONER)

Capítulo XVIII

-LOS INMORTALES-

-Lo mejor y más deseable es convertirse en inmortal, no morirse nunca. Dijo uno de los marineros.

-Convertirse en inmortales y no morirse nunca, es la gran aspiración del hombre, su gran sueño, la verdad es que sería fantástico. Dijo otro de los marineros.

Roberto que pasaba en ese momento cerca del grupo se paró a escucharlos. No es solamente que no puedas morirte, es además que no puedes enfermar, jamás estarías enfermo y si lo estuvieras no sería de enfermedades mortales que albergasen algún serio peligro. Agregó otro marinero del grupo.

-¿La inmortalidad sería para uno o para todos?, si es para uno, aun tendría cierta comprensión, pero si fuese para todos nadie se moriría y de seguir habiendo nacimientos, en pocos años la tierra estaría totalmente ocupada empujándonos unos a otros al mar.

Así iban expresando sus opiniones sobre la cubierta del barco.

Llegados a este punto de la conversación, Roberto intervino.

-No debéis olvidar que no puede existir una cosa sin su opuesto o si queréis, sin su contrario.

No puede existir el día si no existiese la noche, no puede existir lo blanco si no existiese su opuesto lo negro, al igual ocurre con el calor y su contrario el frío, lo dulce con su contrario lo salado. Si no existe la muerte considerada como ausencia de vida, tampoco puede existir el nacimiento como origen de vida.

-¿Quieres decirnos que si fuésemos inmortales no habría nacimiento alguno posible?. Por lo que has dicho, tus palabras dicen una verdad como una montaña.

-Eso mismo quiero decir.

Poco a poco se iban acercando más marineros que iban gustando de la conversación, se habían aficionado a la controversia, remontaban con sus mentes las alturas de la razón despejando las nubes de su intelecto.

El anciano se acercó también al grupo, que poco a poco sin intención previa se incremento a prácticamente toda la tripulación, excepto los que estaban en faena. El tiempo estaba tranquilo, una suave brisa desplazaba la embarcación. 

La marinería ocupada, hacía más vigilancia que trabajo real, el timonel requería a cada poco que le fuesen repitiendo los comentarios, hasta que ya harto gritó. 

-¡Hablad más alto, aquí no se escucha nada!.

-La muerte dejaría de ejercer su cometido, todo absolutamente todo quedaría parado, los moribundos se quedarían en esa horrible condición de no ser ni muertos ni vivos, ni sanos ni enfermos porque la enfermedad no acabaría con ellos, pero tampoco permitiría que se curasen.

-Prefiero tener la condición que ahora tengo que no esa de la que se habla.

-¿La inmortalidad afectaría a los humanos o también afectaría a los animales y las plantas?.

Se hizo un profundo silencio, el comentario no dejaba salida alguna, cada cual intentaba buscar en sí mismo una solución. Roberto dirigió una mirada al anciano que con el rostro reconcentrado movía la cabeza afirmativamente.

-Si los animales son inmortales, no morirían y nosotros no podríamos comerlos. 

Ellos a su vez no podrían comer a otros animales.

-Tampoco podríamos comer vegetales, los animales tampoco podrían, si los vegetales fuesen inmortales.

-Un mundo de vivos eternamente hambrientos. Sentenció el anciano, sería como el suplicio de Tántalo, que estaba condenado por los dioses a no comer y a no beber, encontrándose sin embargo rodeado de manjares y bebida. Cada vez que tomaba una copa en sus manos, el líquido desaparecía, cada vez que intentaba coger alimento este también desaparecía.

La voz del timonel se escuchó.

-Se puede hacer una pequeña trampa, solamente los seres humanos inmortales.

-Esa no es una pequeña trampa, eso es ser un gran tramposo. La inmortalidad alcanzaría a todo ser viviente o no habría tal inmortalidad.

-La inmortalidad, no puede existir, ni tiene razón alguna de ser.

Uno de los esclavos liberado del barco negrero escuchaba atentamente, a veces esbozaba una sonrisa, había permanecido callado todo el tiempo pero se decidió a hablar.

-Visto de esa manera la inmortalidad no tiene razón alguna de ser, pero si la vida y la muerte no existiesen en realidad como algo separado, sino como una continuidad de algo que no puede separarse ni romperse, la inmortalidad si tendría razón de ser. Podría llamarse existencia.

Varias voces pidieron que se explicase mejor.

-Me refiero a que la existencia es lo inmortal, lo eterno. La vida y la muerte es lo equivalente a la existencia, lo que la vigilia y el sueño es a la vida. Son clasificaciones que hacemos, al igual que el año lo dividimos en estaciones, el día lo dividimos en horas, al igual que dividimos en partes nuestro cuerpo. 

Todas ellas son divisiones irreales e inventadas para mayor comodidad nuestra. El día lo dividimos en día y noche, a su vez en horas nocturnas y diurnas. El día lo dividimos en horas, las horas en minutos, los minutos en segundos, el año en meses, los meses en semanas.

Si no hiciésemos divisiones y si no dividiésemos la existencia, la comprenderíamos como un todo. Ese todo que es la existencia no puede aislarse ni separarse, porque en la esencia de la existencia, lo que llamamos partes estarían unidos esencialmente entre si.

Varios marineros expresaron que no acababan de entenderlo.

-Todo en la naturaleza y en el universo también, puedo asegurarlo, se encuentra unido por cordones y lazos sutiles, sutiles pero irrompibles.

La existencia es eterna, para ella no existe la muerte, la muerte no deja de ser otra de nuestras clasificaciones o de nuestras absurdas divisiones. A pesar de ello, la inmortalidad existe y tiene su razón de ser.

-¿Cómo es eso? Se oyeron varias voces.

-El animal come la planta, su esencia vital pasa al animal que la come pasando a ser parte de él, participando en un organismo superior y más complejo que el suyo, nosotros a nuestra vez comemos a estos animales, que participan con su esencia vital en la nuestra, que al ser muy similar la aceptamos y se inmortaliza en nosotros. Nosotros a su vez somos comidos por otros animales carnívoros o a la hora de nuestra muerte, por la tierra que alimentamos con nuestra esencia material, mientras que la esencia del espíritu se dirige por el camino de la existencia, buscando su perfeccionamiento y uniéndose al todo del universo. Para la esencia del espíritu, la tierra tiene límites muy pequeños.

Esto es a mi entender la inmortalidad.

La voz del timonel volvió a oírse.

-También puede hacerse inmortal una persona por los hechos y por sus obras realizadas en vida, permaneciendo en nuestro recuerdo.

-Cada uno inmortaliza a quien quiere.

Le respondieron desde el grupo.

-El marido a la mujer que falleció, los reyes se inmortalizan a si mismos por el hecho de ser reyes, los generales por ganar batallas, y son los gobernantes quienes lo hacen por su propio interés.

Los buenos hechos y las buenas obras se ocultan y acallan o se le cambia la intención con la finalidad para que no puedan servir de ejemplo. Es así timonel, dale vueltas y siempre llegaras a lo mismo.

El anciano dijo.

-Estoy de acuerdo contigo, aunque no totalmente. ¿Que decir de aquellos autores que nos han dejado excelentes obras escritas?.

-No pongo en duda que sean excelentes obras. Yo no conozco ninguna de ellas porque no sabía leer ni escribir hasta hace pocos meses. ¿Habéis leído alguno de vosotros alguna de estas excelentes obras, conocéis algún nombre de estos inmortales autores?.

Nadie respondió a sus preguntas.

-La inmortalidad, insisto, así entendida es un camelo, ya que aunque se supiera leer, no teniendo dinero para comer, mucho menos dinero se tendría para comprar libros. Y llevando una vida de trabajo sin apenas tiempo para vivir, de donde lo sacaríamos para dedicarlo a la lectura.

Los privilegiados y la gente rica, pueden hablar así. Ellos inmortalizan o entierran a quien les interesa.

-En lugar de ser toda la humanidad inmortal, podrían serlo algunas personas solamente. Eso podría suceder, creo yo.

Comento uno de ellos.

A Roberto le vino el recuerdo de sus padres y de cómo le hubiese gustado participar en esta conversación. Tanto su madre como su padre pasaban horas enteras divagando sobre cualquier tema, cualquier cosa, el motivo aparentemente más trivial servía para extenderse en largas reflexiones que volvían a ser retomadas de nuevo pasados varios días, para reflexionar un poco más sobre el asunto ya tratado.

Después de oír Roberto la última intervención, volvió a hablar.

-Tampoco eso sería posible. Una persona inmortal no envejecería nunca, si lo hiciese estaría muriéndose, ya que envejecer es morirse lentamente. Si es niño no crecería y si naciese inmortal se quedaría eternamente sujeto al pecho de su madre siendo su edad aunque pasasen los años, de un solo día.

Si se volviese inmortal de repente, pongamos que a los veinte años, en esa edad se quedaría para siempre, no creciendo ni desarrollándose físicamente ni tampoco mentalmente.

Quiero decir que un inmortal permanecerá tal y como es en ese momento, dando igual que fuese por fuera como en el interior de su mente, sus recuerdos habrían de ser por fuerza pasados, de ahí en adelante no podría tener ni sentir experiencias nuevas y por tanto nuevos recuerdos. En pocas palabras no crecería mental ni espiritualmente. Bien es sabido que todo lo que no se desarrolla, ni crece, ni evoluciona es que está estático y lo estático es la ausencia de vida y eso no es otra cosa que la muerte.

Ni un solo individuo puede llegar a ser inmortal, va contra las leyes de la razón.

Y estoy de acuerdo con la explicación de que una esencia sutil e invisible une a todos los seres vivos de la tierra y del universo, incluso me atrevería a decir, que une a todo, absolutamente a todo, sea vivo o materia inerte.

-Sin embargo, dicen que en la Biblia está escrito que hubo hombres que llegaron a alcanzar la edad de novecientos años, como era el caso de Matusalén. Eso es como decir que alguien es inmortal.

Roberto esbozo una sonrisa.

-Sí, si fuese cierto, pero no lo es. Esa cantidad asombrosa de años, está calculada en base al año lunar que es de veintiocho días, lo que significa que Matusalén no vivió novecientos sesenta y nueve años, sino tan solo setenta y cuatro, cifra asombrosa para aquel tiempo y aún para el nuestro.

El anciano con el rostro iluminado se dirigió a Roberto.

-¿Cómo has sabido eso?

-A mis padres les gusta la matemática, sobre todo a mi madre. Ella ha sido quien lo descubrió y realizó el cálculo al igual que el de otros personajes mencionados en la Biblia como el de Adán y Noé del que mencionan edades parecidas a la de Matusalén.

-En conclusión, dijo Roberto. La inmortalidad no existe ni puede existir, y de existir la única manera de serlo es según lo que aquí se ha dicho. Nada de vivir eternamente ni de vivir mil años..

Una voz que hasta ese momento no se había oído durante el debate dijo.

-Añadir una cosa más. No debe ser nuestro objetivo poner años a la vida, nuestro objetivo debe ser poner vida a los años.

El anciano dio un respingo.

-Que frase más acertada, que maravillosa conclusión. En verdad que sois halcones, halcones con las alas desplegadas.

FIN

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