MELVYN GRANT (ICE SCHOONER)

Capítulo XVI

-LA GRAN SORPRESA-

Una tarde en que el viento era muy suave, vieron acercarse hacia ellos dos navíos con todas sus velas desplegadas y teniendo ellos el viento en su popa.

No veía a lo lejos su bandera, adivinando las intenciones de un posible ataque, ordenó que se estuviese vigilante y preparados, ordenó también que se pusieran en formación y que bajo ningún concepto se dispersasen. Roberto realizó estos preparativos por precaución, porque sólo un loco temerario acometería la empresa de atacar a tres navíos bien equipados de armas y hombres bien entrenados.

Se divisaban los hombres de ambos barcos, y en los dos navíos ondeaba una inexplicable bandera azul, a ninguno le era conocida dicha enseña. No obstante las intenciones de atacarlos eran ciertas, aunque los navíos no esperaban que se les recibiese de manera tan impasible así como no esperaban verles armados de cañones ni a tantos hombres en sus cubiertas preparados para el combate, que por sus movimientos supieron que sabían lo que hacían, que sabían lo que se traían entre manos y que no los temían lo más mínimo, que al contrario les hiciesen temer que de asaltantes serían ellos asaltados, les hizo sospechar a los capitanes de los navíos que había algo extraño además, esto era que ninguno de los barcos llevaba enseña ni bandera alguna por la que pudiesen identificarse.

Recibieron un cañonazo por delante de la proa en aviso de que se detuvieren. A lo que Roberto hizo contestar con dos cañonazos por delante de la proa, dos por la popa y dos por encima del velamen. Avisándoles a su vez que los hundirían si no eran ellos los que se detenían.

Identificándose todos como piratas pero que a su vez no lo eran. Arriaron de uno de los navíos un bote que a fuerza de remos llevaron hasta el Halcón varios hombres, ya abordo uno de ellos se presentó como Caraccioli, cojeaba en lugar de pierna tenía una pata de palo, su pierna la había perdido en el asalto de un barco.

-La mala fortuna de una bala que me destrozó el hueso, se cangrenó y hubo que cortarla dijo.

A lo que el cocinero añadió tenemos suerte de tenerlas repetidas, por mucho que se diga, Dios hace las cosas bien.

Caraccioli le sonrió y riéndole la gracia, añadió,

-Y los hombres nos encargamos de deshacerlas.

Entre ambos hombres se entabló al momento una intensa amistad, una sensación de camaradería que se siente inexplicablemente con algunas personas, sensación que se produce desde el primer instante que traban conocimiento y permanecerá a lo largo de sus vidas.

Caraccioli se presentó como el lugarteniente del capitán Misson, en el otro navío dijo,

-Se encuentra el capitán Tew.

Os tomamos como barcos portugueses y de fácil presa, pero ni lo uno ni lo otro. Haciendo un gesto con la mano señalando a los hombres que en ningún momento habían abandonado sus puestos, queriendo indicar a su vez lo bien armados que se encontraban y lo bien acondicionadas que se encontraban los barcos de cañones. De haber intentado atacar nos hubieseis pulverizado dijo. A lo que Roberto añadió, nos habríamos defendido hasta haceros entrar en razón, vuestros navíos son más pequeños e inferiormente armados aunque por lo que he visto sobrados de valor y arrojo.

Que planes tenéis por estos mares, si no es un secreto que no pueda ser revelado. Nosotros estamos asentados en Madagascar. Allí tenemos nuestro propio poblado en una ensenada bien defendida de posibles ataques por mar.

-Que tipo de poblado habéis hecho, preguntó el cocinero.

-Le llamamos libertalia, en ella las normas de conducta son pocas y las leyes mínimas. Buscamos la libertad, huimos del mundo de la hipocresía religiosa y de la explotación del hombre sobre otros hombres. Entre nosotros no hay esclavos ni siervos, solamente hay hombres libres. Nuestra enseña de los mástiles no son banderas de nación alguna, ni de la negra de piratas porque tampoco lo somos, hemos tomado la bandera azul del mar, y del cielo. Respondió Caraccioli orgullosamente.

Sería posible conocer al capitán Misson y al capitán Tew y visitar libertalia. Preguntó Roberto.

Como veo que estáis interesados no solo es posible si no que estaríamos orgullosos de que fueseis nuestros invitados, a Misson y Tew les diré que se dirijan al barco.

No es necesario –interrumpió Roberto- y yo acudiré a saludarlos a su barco.

Arriaron un bote, en él partieron Roberto y varios hombres entre los que contaban el cocinero, Abdul y el doliente enamorado, Roberto lo había escogido con el fin de que el excitante encuentro le hiciese olvidar las penas de amor, al menos por unas horas. Tomó Roberto tres pares de buenas pistolas con hermosas y artísticas incrustaciones de plata y nacar en sus cachas guardándolas en una caja las puso en el bote.

Al barco de Misson acudió Tew, alli se hicieron las presentaciones. Roberto ofreció un par de pistolas a Misson a Tew y otro par a Caraccioli. A los tres agradó el regalo, estaban con ellas en las manos contemplando la belleza de las incrustaciones, no llevaban mas que unos minutos en el barco cuando se escuchó un grito de mujer en la cubierta, al girarse vieron como una muchacha corría y se abrazaba al marinero que sufría mal de amores.

Nadie de los presentes entendía absolutamente nada, los marineros del Victoire, que así era el nombre del barco de Misson, como Roberto y los suyos estaban paralizados por el asombro, asombro que se reflejaba en los rostros de todos ellos.

Los dos enamorados eran los únicos que sabían una cosa, la única que les interesaba, nada ni nadie volvería a separarlos.

El joven marinero la puso tras de sí y apoyó la mano en su espada, inmediatamente Abdul el gigante tomó la misma actitud desafiante que su compañero.

Caraccioli preguntó extrañado –que está sucediendo, porqué esta actitud.

El cocinero ya repuesto y sonriendo dijo en voz alta al mismo tiempo que exhalaba un suspiro –Son las cosas del amor, las cosas del amor Caraccioli, las cosas del amor.

Roberto ordenó tranquilidad a los desafiantes marineros y que se comportasen como hombres tranquilos y sin temor alguno que se encontraban entre amigos y no entre enemigos.

Roberto narró el asalto al barco indio que se dirigía en peregrinación a la Meca, a sí como las peripecias en el acaecido, y que voluntariamente estos dos jóvenes no habían podido unirse aunque al parecer lo deseaban intensamente y que desde ese momento no se había conseguido consuelo ni distracción alguna para el infeliz enamorado.

Lo que no entendía, siguió Roberto, es que hacia la muchacha abordo de este barco.

Misson y Tew, narraron a su vez que habían asaltado un gran navío que venía de la Meca y que se dirigía a la India. Como en libertalia había muchos jóvenes que no tenían mujer, decidieron embarcar algunas de ellas. 

Como tenían esa falta, las embarcaron por agrado o por la fuerza, no con el propósito de hacerles mal alguno o de convertirlas o venderlas como esclavas, pues ambas cosas iban en contra de las creencias de los hombres de libertalía.

-Que hermosa historia de amor-añadió enardecido Caraccioli.

El cabo de mar del Victoire llamó a asamblea a la tripulación, explicó lo sucedido proponiendo, que el Victoire apadrinase a la muchacha haciendo una fiesta en libertalia. Por unanimidad fue aceptada la propuesta y cada uno de ellos donó una simbólica moneda como dote de la muchacha.

En el camarote, hablando de anécdotas pasadas, Tew contó de cómo una vez estaban en su barco realizando una representación teatral en la cubierta. La obra había sido escrita por su cabo de mar, y en una de las escenas se realizaba un juicio y se condenaba a morir ahorcado aun reo, todos estaban sentados menos los actores, como es natural, que declinaban con grandes gestos y gran solemnidad. En ese momento sale de los camarotes muy bebido uno de las marineros muy amigo del actor que hacia de reo. Al escuchar el beredicto, -te condenamos a morir en la horca hoy mismo, bajó a la bodega y con dos marineros más que estaban curdas como él, subió de nuevo a cubierta precipitándose espada en mano y soltando un pistoletazos. Se armó una confusión y una trifulca por lo inesperado de la situación de mil demonios, porque además no había manera de hacerles entender debido ala borrachera que aquello no era realidad, que era la ficción del teatro.

Para colmo, el único herido que poco después falleció fue el actor al que se condenaba a morir, siendo el amigo que salió en su valiente defensa, el autor del disparo que acabó con su vida.

Desde entonces, se pohibió toda representación teatral en el barco así como el consumo de alcohol para evitar peleas y desatinos.

Roberto aceptó la invitación de visitar libertalia, hacer la fiesta que también se les propuso y ya en el Halcón los cinco navíos pusieron rumbo hacía Madagascar. Una vez allí Roberto se admiró lo bien defendida que estaba hacia el mar libertalia, lo bien urbanizadas que se encontraban las casas y calles.

Misson explicó que los habitantes de la colonia se llamaban todos liberi, de este modo, no había franceses, ingleses, portugueses, nigerianos, eran todos hombres liberi, es decir hombres libres, que únicamente pertenecían a la libertad y vivían en libertalia.

Roberto preguntó si el trabajo no era obligatorio. Aquí fue Caraccioli quien habló, -Nada es obligatorio en libertalia, sin embargo todos sabemos lo que debemos hacer y lo hacemos, solamente los enfermos no trabajan y no porque no lo deseen, sino porque no pueden y porque no se lo permitimos tampoco. Donde hay juventud hay fuerza y donde hay salud el trabajo no asusta. Claro está, añadió, que aquí no se trabaja de sol a sol, ni para ningún rico propietario.

¿Y si alguno quisiera no hacerlo?- insistió Roberto.

A lo que respondió Caraccioli. En todo el tiempo que aquí llevamos no se ha dado ese caso. Pero es como si en el mar un marinero se negase a realizar sus labores de marino. Además si eso aquí sucediese, el que no trabajase tendría el desprecio de todos, su compañeros, lo más probable es que lo abandonasen, finalmente no comería y se moriría de hambre. La libertad no tiene cabida en corazones mezquinos, anida y se desarroya en los corazones generosos.

Quince días estuvieron en libertalia. Enterados sus ocupantes de que buscaban un lugar para realizar un proyecto semejante al que ellos habían hecho insistieron en que se les uniesen ampliando así la colonia. Roberto junto con los principales de sus hombres valoraron las ventajas y desventajas del lugar después de haber inspeccionado la zona y conocer las tribus vecinas, consideraciones estas que expuso a la tripulación de los tres barcos diciéndoles que el que lo desease podría quedarse recibiendo su parte del dinero.

A Misson, a Tew y Caraccioli les habló también de su parecer. La colonia está bien defendida con dos fuertes a la entrada de la bahía, el ataque por mar es francamente difícil, sin embargo la defensa interior es más flaca y se encuentra expuesta a incursiones de las tribus vecinas que aunque mal armadas y en apariencia pacíficas y en buenas relaciones, he visto que siempre estáis prevenidos de un eventual ataque, ya que estáis sujetos al humor de sus reyes, que tienen costumbres y hábitos totalmente opuestos a los de libertalia.

-Estás en lo cierto. Asintió Caraccioli.

Roberto continúo,

-El clima es benigno, el lugar agradable y las tierras feraces. Pero ese constante temor a un ataque desde el interior por las tribus vecinas, que aunque mal armados, en el momento oportuno y aprovechando la oscuridad o el exceso de confianza pueden realizar una incursión que bien podría ser catastrófica.
Tew y Misson, asentían con movimientos de cabeza, pensaban lo mismo que Roberto.

Además debe tenerse en cuenta que esta es una ruta cada vez más frecuentada por navíos, holandeses, ingleses, franceses y portugueses. En un primer momento hemos pensado Madagascar como una posibilidad, pero entabla excesivos riesgos futuros.

Misson volvió a hablar. Las consideraciones que haces son muy acertadas, tal vez incrementando la población de la colonia con los hombres de vuestros barcos nos haríamos fuertes y gran parte de las dificultades desaparecerían.

Roberto respondió,

-La problemática seguiría de fondo, desaparecerían los peligros en apariencia y momentaneamente para resurgir con fuerza inusitada en el momento menos deseado. Esto bien podría suceder por iniciativa de los propios reyes nativos, celosos de su territorio o de su poder, o incitados, comprados y apoyados por un país extranjero.

Nos presentas a libertalia como un asunto lleno de escollos insalvables, no olvides que somos marinos. Apuntó el capitán Tew al mismo tiempo que poniendo su rostro serío añadió –Nuestra capacidad de respuesta a un ataque es considerable, la lección que recibirían no la olvidarían, durante mucho tiempo.

Fue Caraccioli quien respondió, -No es solución alguna Tew. No sería más que un ataque de castigo, con grandes pérdidas de vidas humanas, incluyendo las de nuestros hombres, por otra parte esto no haría más que incrementar los odios por ambas partes.

Nosotros, interrumpió el cocinero, tenemos en mente establecer varias colonias semejantes a libertalia, un lugar lo tenemos ubicado en el norte de España. Otro lo tenemos pensado aunque todavía no decidido en las costas del Pacífico en el Perú, también perteneciente a España pero con un control muy relativo, con lo cual se podía llevar a efecto nuestra idea de vida sin grandes impedimentos. Teniendo presente además, que hay allí una tradición de solidaridad y ayuda comunitaria. Propongo que se mantenga libertalia hasta donde convenientemente se creyese viable, tan pronto hubiere conflictos que sufriesen entradas en guerras, siempre estarían los otros dos emplazamientos. Si sucediese esto a la inversa, siempre quedarían otras dos colonias.

Todos asentían afirmando, moviendo la cabeza de arriba a bajo. Al fin de cuentas estaban decidiendo su futuro y el de sus hombres. Roberto volvió a hablar, -creo que para asegurar la permanencia en el tiempo y en tranquilidad de los emplazamientos se debe extender lentamente la idea que nos mueve a las poblaciones vecinas, para ello hay que buscar los lugares con los vecinos adecuados y a todas luces en esta isla los reyes nativos que están siempre en lucha entre ellos no son los vecinos idóneos. Acabó diciendo esto último con una sonrisa.

La carcajada fué general. Entre risas se oyó la voz de Misson, -En esto se parecen a los monarcas europeos, siempre están en guerra unos con otros. Deben tener todos el mismo ascendiente.

Que nos os quepa duda alguna. Añadió Caraccioli,-El diablo es quien engendró a todos ellos. La iglesia bendice y santifica ese pacto diabólico. Lo sé muy bien porque fui sacerdote en otro tiempo en que era un joven ingenuo lleno de sincero misticismo religioso.

¿Es cierto eso Caraccioli?, preguntó con asombro el cocinero.

Lo es, pero no deseo hablar sobre ese asunto, agua pasada no mueve la rueda del molino, respondió, al tiempo que adquiría una expresión seria y taciturna.

Yo hablaré en tu lugar, sino te incomoda, intervino Misson. El Victoire, buque en el que me había embarcado, se encontraba en Italia, aproveché la ocasión con el permiso del capitán excelente marino, buen hombre y amigo de mi familia, para visitar la ciudad de Roma. La casualidad, el azar hizo que en ella me encontrase a Caraccioli que estaba de clérigo en ella, no haciendo mucho tiempo que había terminado sus estudios y tenía parientes en la jerarquía eclesiástica de la ciudad, lo que viene a ser, protectores que le facilitarían los ascensos en la carrera eclesiástica para alcanzar importantes puestos en la curia vaticana. Pero e ahí que Caraccioli, les sale honrado, espiritual y valeroso, que se entregó a la religión para elevar y mejorar el espíritu de sus semejantes. Es así, Caraccioli. Le preguntó dirigiéndose a él. Caraccioli asintió.

Pero también era sensible a la miseria y al padecimiento de los hombres, su idea era eliminar también el hambre y la miseria de los campesinos, de los trabajadores, de los niños y de los ancianos y que las mujeres no tuviesen que prostituirse a cambio de unas monedas ni estar sujetas las jóvenes a los caprichos de los señores para quienes trabajaban.

¿Estoy en lo cierto Caraccioli? -volvio a preguntarle el capitán Misson. Estas en lo cierto, respondió Caraccioli.

Pero el joven sacerdote, veía como los obispos, arzobispos, cardenales, monjes y demás gentes pertenecientes a las altas esferas de la iglesia, practicaban todo menos la humildad económica, ellos mismos eran los primeros en someter al pueblo, para explotarlo económicamente, limitando sus vidas a unos pocos años y embruteciendo sus espíritus. Permitían que los poderosos hiciesen lo mismo, amedrentando a unos con el infierno si se revelaban contra los mandatos de la iglesia que no eran otros que los designios divinos, mientras a los poderosos se les prometía el cielo por que los pobres estaban ahí para que se practicase con ellos limosna.

Vió tanta injusticia en la iglesia, tanta hipocresía, tanta degeneración y vicio en los cardenales que cuando nos encontramos por casualidad, Caraccioli estaba al borde la desesperación, sintiéndose engañado hasta lo más profundo de su alma, y desde lo más profundo de su alma comenzaba a nacer como respuesta un odio terrible para con la curia romana y contra él mismo por pertenecer a ella.

Nos hicimos amigos, hablamos de planes futuros y del presente indeseable, nuestra juventud y nuestra sed de aventuras, hizo que pocos días más tarde embarcase conmigo en el Victoire.

Poco tiempo después el Victoire fue asaltado por un barco pirata, no solamente repelimos el ataque sino que nos apoderamos del barco asaltante. Nuestro capitán falleció de las heridas del combate. Al no haber capitán y yo siendo oficial, la marinería dicidió quedarse con el Victoire y yo como su capitán. Así fue como el.

Victoire pasó a nuestras manos, yo a ser su capitán y Caraccioli el segundo de abordo.

Mucho más tiempo siguieron hablando configurando y matizando los proyectos.

La historia cuenta que el capitán Tew se retiró a una vida pacífica en América pero que algunos de sus hombres después de gastar su dinero le insistieron y convencieron de que los capitaneara en una incursión para rehacer sus fortunas, se dice que murió en el mar rojo asaltando un barco Mogol. Del capitán Missón se cuenta que su balandra naufragó con una tempestad en las costas de Nueva Guinea, pereciendo él y todos sus hombres.

Lo ocurrido en realidad, como bien se puede intuir, no ha sido así, esas historias fueron propagados para borrar el rastro de sus nombres y hechos en su vida pasada. Se puede imaginar facilmente a donde se dirigieron y como terminaron sus vidas, pero esa es otra historia.

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