MELVYN GRANT (ICE SCHOONER)

Capítulo VIII

 -PRIMERA PRESA-

Once días después avistaron un barco en la lejanía, traía su misma dirección, seguramente se dirigía a las costas de Virginia. Prefirieron para no levantar sospechas retrasar la marcha lo más que pudiesen esperando que el barco se acercara. A media tarde el barco se encontraba a la par aunque distante. Roberto observó con su catalejo detenidamente aquél barco, tenía algo extraño que no acababa de comprender, su cubierta no era como la de los demás barcos, había en ella demasiada gente. El timonel más experimentado en el mar, aplicó su ojo al catalejo, ¡un negrero, es un barco negrero!, nunca me gustaron los barcos negreros, hacen prisioneros a pobres gentes en las costas africanas encadenándolos en bodegas y en la cubierta. Muchos mueren de enfermedades durante la travesía, los que llegan vivos son vendidos como animales para trabajar en los campos de algodón, son carne de esclavitud es el comercio de carne humana. El timonel seguía observando por el catalejo, aquí no hay botín, pero hay gloria, como me gustaría abordar ese barco. ¿Qué haríamos con los prisioneros?, preguntó Roberto. Los llevaríamos a su tierra al lugar donde los han cogido, no hay dificultad alguna en ello. Además necesitamos hombres para el Halcón, somos muy pocos. Añadió Roberto si el barco lo vale nos haremos con él.

La tripulación estaba preparada, los cañones cargados, las armas listas, los hombres con ese punto de rígida tensión que el se tiene antes de comenzar una batalla y que desaparece en el mismo momento de oír la orden de ataque. Roberto elevó la voz para que todos lo oyesen, en ese barco no hay botín, es un barco negrero cuyo vientre está repleto de infelices que serán vendidos como esclavos. No hay en él ganancias, pero si libertamos a esos hombres habremos conseguido gloria y dignidad, riqueza más necesaria que la otra.

Puso Roberto proa en dirección al barco negrero haciendo una ligera curva en su trayectoria, había que tomar el barco sin dañar a los prisioneros. El Halcón desplegó todas sus velas, navegaba ahora velozmente, pronto daría alcance a ese barco de humillación e ignominia. El cañón de largo alcance fue disparado apuntando muy alto para que sobrepasase los mástiles, el segundo disparo lejos y por delante de la proa, el tercer disparo delante de la proa, el cuarto más cerca de ella, La intención de Roberto era Mostar que podían hundirlos de lejos, sus cañones de menos calibre no los alcanzarían, los disparos delante de la proa significaban que se detuvieran. Así lo hizo el capitán del negrero, con la seguridad de que al darse cuenta de que era un barco negrero le dejarían el camino libre.

El Halcón acercó su costado, sujetó con garfios los pasillos en ambos barcos y comenzó el abordaje, de repente la tripulación del barco negrero comenzó a defenderse disparando una culebrina situada en el puente que no dañó a nadie, hubo también descarga de fusilería. Roberto por precaución, había situado diez tiradores con escopetas cargadas de repuesto, para que en caso de peligro hiciesen fuego a discreción cubriendo el abordaje de sus compañeros. La medida fue efectiva y eficaz, en pocos minutos la tripulación del negrero había sido reducida, heridos la mayor parte de bala, otros en el enfrentamiento. La presa había sido fácil y rápida, la oposición escasa y mal organizada.

En contraposición, la miseria y el dolor que se encontró en aquél barco producía escalofríos, aquellas pobres gentes habían sido tratadas con la mayor de las inhumanidades, golpeadas, aherrojadas, desnudas, hambrientas, enfermos muchos de ellos, niños, mujeres y hombres jóvenes, amontonados como animales yacían entre ratas en las bodegas o inmovilizados por las ataduras en la cubierta. La suciedad les cubría todo el cuerpo. La entrada en el vientre de aquel barco exhalaba un olor nauseabundo, el aire irrespirable por lo viciado e infecto, fruto de los excrementos, orines y de la precaria ventilación.


Varios murieron durante la travesía, alguno más habría de morir por enfermedades contraídas. Los grilletes oxidados laceraban la carne de los tobillos y las muñecas produciendo horribles heridas y llagas infectadas, los gemidos de dolor venían tanto de hombres como de niños. Los marineros sabían las condiciones de transporte de esos barcos negreros, pero nunca se imaginaron que pudieran ser como lo que se encontraron. El espectáculo no tenía nombre, si alguno había que darle, éste no sería otro que el de infierno.

Con gestos les explicaron que nada debían temer de ellos losliberaron de grilletes y cadenas a aquellos que nunca los habían conocido, cambiándolos a manos y pies de la tripulación. Los que antes eran esclavizadores, ahora eran esclavos. Sin la menor consideración arrojarían a heridos y sanos al mar, furiosos como estaban los hombres del Halcón, los hubiesen arrojado para que los tiburones diesen cuenta de ellos, y lo hubieran hecho sino fuese por un extraño impulso de humanidad que les retuvo.

Ninguno de ellos quiso prestar ayuda a aquellos hombres despreciables pagándoles con la misma moneda que ellos pagaban a sus semejantes.

Con agua del mar hicieron lavar la suciedad de sus cuerpos, curaron sus heridas, limpiaron y ventilaron las bodegas desinfectándolo todo, evitando de esta forma el brote de enfermedades contagiosas. Casi trescientos infelices viajaban en aquel barco, propiedad de poderosos comerciantes hombres de bien en Inglaterra.

El negrero era un navío de doce cañones, era viejo, necesitaba una limpieza del casco, por lo demás estaba en buenas condiciones de navegación con unos arreglos y bien armado podía ser un buen barco. Roberto lo revisó junto con los pilotos, el carpintero y el cocinero como cabo de mar, encontrando sus maderas comidas por los gusanos.

-Este barco no merece la pena quedárnoslo ¿Qué opinas?, pregunto Roberto.
Podíamos, respondió uno de los pilotos, pero aunque lo reparáramos hay otro problema, los hombres, no hay hombres suficientes para su tripulación. La nuestra es a todas luces insuficiente para realizar un abordaje con el Halcón, cuanto más si la dividimos en los dos barcos.

Añadió el cocinero sin contar que había que destinar hombres para la tripulación tanto de estos infelices como de una más severa vigilancia de los del barco atrapado, lo que disminuye el número de la marinería.

Roberto aclaró, si escogemos algunos hombres entre los esclavos los más diestros y voluntariosos, los repartimos entre los dos barcos, los dividimos en grupos poniéndolos bajo dirección y órdenes de uno de los nuestros, el problema quedaría solucionado en gran parte.

Ambos navíos pusieron rumbo al sur, el destino era la costa de Marfil, allí habían hecho prisioneros a aquellos hombres y a ese mismo lugar los devolvían. Roberto dividió su tripulación, una parte fue destinada al barco negrero con el fin de que fuese bien gobernado. Los que antes eran esclavos, entendieron por lo que habían visto ypor las muestras de simpatía y buen trato que de nuevo eran llevados a su país. El contento y la alegría se reflejaba en sus rostros, serviciales intentaban ayudar en lo que podían siguiendo fielmente las indicaciones e imitando en el trabajo a la marinería.

Subían a los mástiles e izaban velas con destreza como consumados marineros, a pesar de los sufrimientos y la mala alimentación recibida no mostraban cansancio, hecho que admiraba la tripulación.

En la primera isla que encontraron, donde el barco pudo acercarse sin peligro, transportaron a tierra en una chalupa a los marineros del barco negrero.

Antes de transportarlos a tierra, Roberto les habló. Los que lo deserán podrían quedarse con ellos.

Esta oferta es para todos exceptuando al capitán y los oficiales que no tienen la opción de enrolarse en la tripulación de ninguno de los dos navíos. Habéis visto como somos, habéis visto como nos comportamos, los que decidan quedarse serán como nosotros, como nosotros todo lo compartirán y como nosotros habéis de ser.

Cuatro de ellos se quedaron, entre ellos el carpintero y el piloto, tanto uno como otro de gran valor como miembros de la tripulación.

Los dos barcos navegaban uno cerca del otro con luces encendidas nocturnas para no alejarse. Dos días después, una tormenta de mediana intensidad hízoles variar de rumbo buscando refugio en una bahía bien protegida de vientos y del oleaje más fuerte. Tres días estuvieron inmovilizados, el cuarto retomaron el destino que cumplieron sin ningún otro percance.

Días más tarde avistaron tierra en Costa de Marfil, los negros de ambos barcos se pusieron jubilosos por tener la suerte de volver a su tierra sanos y libres. Mostraban sus rostros gran alegría que manifestaban con exclamaciones y frases hacia los marineros.

Roberto les dijo, al igual que anteriormente les había dicho a los marineros del negrero, que los que deseen quedarse podrían hacerlo convirtiéndose en un miembro más de la tripulación compartiéndolo todo desde ese momento. Pensadlo y bienvenidos los que decidáis quedaros y que tengáis salud los que os marchéis.

Veinticuatro de ellos decidieron quedarse varias mujeres también lo deseaban. Roberto se negó rotundamente alegando que debido a la situación que tenían, tan pocas mujeres entre tantos hombres jóvenes podrían surgir desavenencias y conflictos futuros.

El cabo de mar, apoyó al capitán así como los pilotos y muchos de los marineros.

¿Quién no desea tener compañía femenina?. Les dijo. Pero acaso es un barco pirata el mejor hogar, y sushombres dedicados a la piratería sobre los que cuelga el lazo de la horca los mejores hombres. Ni es este el mejor lugar, ni es este el mejor momento para tener relaciones amorosas.

Cada cosa en su momento, momento que habrá de llegarnos.

No obstante el cabo de mar, llamó a asamblea y en votación por mayoría, después de ardua deliberación con pros y contra, las mujeres fueron admitidas.

Se impuso una promesa colectiva, que las mujeres serían tratadas como uno más entre ellos y que se abstendrían de todo tipo de relación que no fuere la de camaradería.

-Que haríamos con mujeres embarazadas a bordo, dijo el cocinero. Que haríamos con los niños.

-Entre nosotros surgirían celos y como consecuencia rencillas y peleas. Añadiendo, propongo como condición la promesa de único trato de camaradería, reprimiendo nuestra natural atracción hasta que varíe nuestra situación actual.

Y eso fue lo que se votó con algunas oposiciones.

El barco negrero quedó vacío. Roberto hizo saber, ya en tierra su necesidad de agua, fruta, carne fresca, aves y animales vivos. Dos días más tarde, tenían abundantes provisiones de cocos, mangos y otros frutos ecuatoriales, carne de animales parecidos al buey así como aves muertas y vivas, trajeron cereales con el que hacer pan, ellos mismos trasportaron las barricas llenas de agua al barco. En agradecimiento ofrecieron también máscaras, lanzas y pieles de leopardo a quienes habían sido sus libertadores.

El Halcón permaneció una semana justo en aquél lugar, tiempo que después de la larga travesía la tripulación tomó como descanso y fortalecimiento del cuerpo comiendo vegetales y frutas, principal medida par evitar el escorbuto(*).

El barco negrero era un barco viejo y de escasa utilidad, lo desguazaron aprovechando de él todo lo que pudiera servir o tuviese algún valor sus doce cañones fueron incorporados al Halcón, y distribuidos tanto a babor como estribor, colocando la culebrina en el puente de proa. Después apuntando los cañones por debajo de su línea de flotación sufrió impactos de muerte, hundiéndose poco a poco, borrando su existencia de los mares.

Otra vez pusieron rumbo al Caribe, por ser esta zona de gran tráfico marítimo con valiosos cargamentos.

(*) Enfermedad debida a la dieta exclusiva de pescado y carne salada y la carencia de vitaminas, los cítricos, sobre todo el limón es un gran remedio para este mal de la marinería. Cuando Magallanes y El Cano daban la vuelta al mundo, su tripulación se encontró aquejada de escorbuto, al recalar en las costas de Arabia, los médicos árabes les hicieron beber abundante zumo de limones, comer ajos y frutas. En pocos días la tripulación estaba restablecida.

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