MELVYN GRANT (ICE SCHOONER)

Capítulo XVII

-LAS BUSQUEDAS-

Abandonaron el océano Índico, doblaron el cabo de Buena Esperanza navegando por el Atlántico sin impedimento evitando todo tipo de embarcación durante la travesía, pasaron cerca de las islas Madeira de nacionalidad portuguesa sin recalar en ellas. Una mañana avistaron la costa gallega, penetraron en una de sus rías cuya entrada estaba protegida de los embates del mar por dos inmensas puertas de piedra, las islas Cíes. Atracaron por precaución en ellas. Sus hombres descansaron recorriéndolas y abasteciéndose de agua, crustáceos, peces, frutas silvestres, huevos y carne de gaviota. Estas islas eran conocidas en la antigüedad como islas palomeras por su abundancia en estas aves.

La alimentación de la gaviota es marina, teniendo los huevos y la carne un fuerte sabor a pescado. Los marinos habían pasado largo tiempo comiendo carne y pescado en salazón, aquél cambio de dieta representaba para todos ellos un manjar mientras no le trajese el Halcón mejores avituallamientos de tierra firme.

Roberto había dirigido el barco a una de las pequeñas poblaciones costeras, compró víveres en abundancia para ambas tripulaciones. Cinco de sus hombres, entre ellos el cocinero, partieron para realizar la compra de las tierras donde instalarse, permaneciendo uno de ellos en aquél lugar a la espera de noticias o acontecimientos, sería el hombre de contacto que debería permanecer allí evitando todo tipo de problemas y sin llamar la atención.

Roberto eligió para este cometido a los hombres más discretos, menos presuntuosos y que no gustaban del alcohol, dos de los que acompañaban al cocinero eran de una astucia fuera de lo común, pacientes, escrutadores, capaces de vender si se lo propusieran el aire a quien sabe que lo obtiene gratis, tal era su labia. El cocinero sabía leer, escribir y estaba en su tierra, y sabía como tratar a sus gentes, cosa que no es fácil para el que no ha nacido en Galicia.

El gallego es ambiguo y desconfiado, un extraño pregunta por algo a un gallego y en pocos instantes el gallego lo ha interrogado sabiendo lugar de origen, dedicación, a que y para qué viene, respondiéndole él a su vez, sin concretar nada, es la pura ambigüedad personificada. Un caminante pregunta a un gallego en un cruce de caminos ¿por aquí se va a tal lugar? Y el gallego responderá “si señor, se va” ¿y por este otro? , “por este también” ¿se va por los dos entonces?, vuelve a interrogar el caminante, volviendo a responderle el galleo “por uno si”, ¿y por el otro? “por el otro también”.

Su desconfianza lo salva de no pocas desgracias y de no pocas humillaciones, es un recurso protector, pero una vez ganada su confianza puede obtenerse todo de ellos, son individualistas, alegres y melancólicos al mismo tiempo, primero quieren el conocimiento de la persona, después los tratos. De ahí que se diga de ellos que si encuentran un gallego en una escalera nunca se sabe si sube o baja, porque a la pregunta ¿subes? El gallego responde “no, voy”.

Partieron el Halcón y los dos navíos en busca de aquellos familiares o de las personas deseadas por los marineros. Debían navegar hasta el mediterráneo rehuyendo todo barco y al tocar tierra, ocultaron cañones, disimularon con tinte las velas y en la medida que pudieron, el aspecto general de ambos barcos hasta hacerlos irreconocibles, los cañones aunque ocultos, estaban dispuestos para en caso de peligro repeler un ataque en breve tiempo.

Cruzaron de noche y con gran rapidez el estrecho de Gibraltar, las corrientes superficiales marinas, debido a la diferencia de temperatura del Atlántico y del Mediterráneo circulan en dirección del primero a este último, mientras que con las corrientes internas se produce el fenómeno contrario, su dirección es del Mediterráneo al Atlántico.

Este fenómeno es conocido desde la antigüedad. Los navegantes fenicios lo salvaban ingeniosamente, cuando el viento no soplaba a su favor, arrojaban una vela cuadrada al mar sujeta por cuerdas, las corrientes internas hacían las funciones del viento arrastrando la vela y ésta al barco.

Navegaron por el Mediterráneo hasta llegar a Libia donde con alegría desembarcó Abdul. Su corazón estallaba de gozo. Abdul, no pudo contener la emoción y para que los marineros de la barca que lo habían traído hasta la playa, no lo viesen con los ojos llenos de lágrimas, se volvió de espaldas a ellos diciendo, en treinta días estaré aquí, y se alejó apresuradamente en busca de su amada.

Los navíos habían puesto rumbo a los lugares en los que algunos hombres deseaban recoger familias, solamente unos pocos lo hicieron, los marineros desembarcaban, a veces sólo un día era suficiente para aparecer con sus familias. Todo se hizo con precauciones y disimulos evitando a toda costa riesgos innecesarios. Al anochecer un bote llevaba a tierra al buscador, se marcaban tres citas para el día y la hora de recogida, por si surgían imprevistos, el bote volvía al barco y el barco se adentraba en alta mar.

Los marineros salvo excepciones son gentes que habitan en la costa, los desplazamientos a sus lugares de origen llevaban poco tiempo, de ahí la rápidez con que se realizaba la operación.

Los familiares que con los marineros venían eran gente trabajadora de los más diversos oficios, hermanos que trabajaban de albañiles o de carpinteros, padres que habían sido agricultores, herreros o artesanos. Eran gentes acostumbradas al trabajo durante dieciséis horas diarias. Por este trabajo recibían un jornal insuficiente para su manutención. La idea de una vida mejor que mejorase el bienestar de sus hijos y de ellos mismos, les animaba a realizar este sueño dorado.

La diversidad de edades, ancianos con experiencia en los oficios, jóvenes en pleno vigor físico y los niños con su alegría, convertían a los tripulantes de ambos barcos en un precioso tesoro de vida. Tanto era así, y tan industriosas eran estas gentes, que muchos de ellos portaban semillas de plantas, de hortalizas, de legumbres y frutas, desconocidas en otras regiones, pero que en la suya eran habituales.

Una de las veces, cuando iba a recogerse a los familiares, un marinero de los que le acompañaban, llegado al barco contó que el día anterior habían sido detenidos dos de ellos como sospechosos de unas muertes sucedidas hacía poco más de una semana. Él había logrado huir pero sus compañeros estaban detenidos y por las trazas que llevaba, el asunto no tenía buen caríz.

Roberto escogió un grupo de quince hombres armados, él mismo ejecutaría el plan para liberarlos.

Antes del anochecer entraron en la ciudad, las puertas aun no habían sido cerradas, penetraron en el cuartelillo de los guardias, que cogidos por sorpresa, no reaccionaron, amordazados los encerraron en las mismas oscuras y frías celdas en que ellos tenían encerrados a los marineros. Había también encerrados, dos mozalbetes mal vestidos, cuya edad no alcanzaba los quince años, habían sido apaleados con saña, su delito no fue otro que robar unas gallinas e intentar robar la capa a un noble, momento en que fueron capturados y maltratados por sus criados que estaban cerca.

En otra celda aparte, se encontraba un hombre de unos sesenta años, sus ropas estaban todavía en buen estado, y su persona aherrojada con grilletes con una cadena sujeto a la argolla de la pared. Era un preso que había sido ingresado esa misma tarde por los oficiales de la inquisición que iban de camino para llevarlo a sus propios calabozos. Caer en manos de la inquisición era caer en manos de jueces sanguinarios que por medio de torturas indescriptibles, hacían confesar al acusado todo lo que los jueces quisiesen, para finalmente acabar de morir con la poca vida que podía quedarles, en la hoguera.

Este hombre era filósofo y arquitecto, al parecer, encontraron en su casa libros árabes y alemanes, de autores prohibidos por la inquisición, así como cartas en estos idiomas. De esto se le acusaba, de poseer libros prohibidos, delito gravísimo que se condenaba con morir vivo públicamente en una hoguera. Alguien que conocía la existencia de estos libros, lo denunció. La envidia de sus conocimientos y seguramente el participar en una parte de los beneficios de sus bienes confiscados, sería el motivo de la acción del denunciante.

Roberto indicó a los niños que se vendrían con él, tanto si querían como si no. Al filósofo le dijo que tenía libertad para ir a donde quisiera, a lo que el hombre respondió: ¡Libertad! ¿Qué es eso?, en lo de ir a donde quiera, a dónde voy a ir en mi estado, tal vez si fuese más joven intentaría huir, pero a mi edad, allí adonde vaya seré encontrado en pocos días. Mi destino está trazado, los hombres así lo quieren y el cielo parece permitirlo, razones tendrá Dios que están fuera de mi alcance comprender, este sería elfinal doloroso de un hombre que hace ya tiempo que dejó de ser joven.

Todos los que oyeron, impresionados por sus palabras y por su entereza de corazón enmudecieron ¿Quién podía ser aquél hombre? ¿Cómo podía llevarse a tormento y ajusticiar a un hombre así?. Le habían quitado los grilletes, pero el hombre sin inmutarse permanecía sentado resignándose ante un futuro que sabía inevitable. Roberto, no menos impresionado que los demás, puesto en cuclillas ante él, le dijo: no es usted persona merecedora de este trato, venga con nosotros, una por salvar su vida, otra porque necesitamos un hombre con su espíritu para que nos aconseje y guíe. El hombre no comprendía a Roberto, porque nada sabía del proyecto y negó con la cabeza. Añadió Roberto, tenemos proyectado un mundo distinto en cierto lugar, muy lejos de aquí, medios no nos faltan, hombres tampoco, pero necesitamos a alguien de su sabiduría. Llegado a este punto, Roberto para causar mayor impresión con sus palabras, se puso en pie y terminó diciendo ¿porqué se empeña usted en oponerse a los destinos del cielo y del mismo Dios, que aquí nos ha traído, con el propósito de su liberación?.

Las palabras de Roberto hicieron el efecto esperado. El hombre levantó la cabeza con un movimiento rápido y nuevos pensamientos cruzaron por su mente, su rostro comenzó a ganar vida, vida que ya la había dado por perdida, se puso en pié agregando. Iré con vosotros pero temo que más bien habré de ser una carga que una ayuda.

Dos hombres más se encontraban aherrojados en la celda. Uno de ellos de aspecto agradable y parco, el otro por el contrario tenía la mirada torva y sus facciones duras, fúe a este último al que libraron de sus hierros primero. El otro al verse libre de los grilletes dirigió sus puños golpeando con brutalidad al reo liberado antes que él, y que cayo ensangrentado al suelo.

Todo fue tan rápido que nadie pudo hacer nada, ni nadie tuvo tiempo a entender. El hombre de aspecto agradable, el que propinara aquellos terribles golpes, dijo. Este se queda, y añadió con desprecio, es un daciano.

Al tiempo que el caído trataba de incorporarse, le descargó una patada en su rostro que lo dejó tumbado boca arriba con el rostro tumefacto y como muerto. No tengáis cuidado, añadió, estos no mueren fácilmente, la maldad y su crueldad los mantiene vivos cuando nadie podría vivir.

¡Don Carlos, por Dios! ¡Tened piedad! Exclamo el anciano.

Piedad es lo que tengo y continencia para no arrancarle los ojos y tullirlo de brazos y piernas. Por Dios tengo piedad y continencia, que no por mi y por mis semejantes, seres así son una afrenta a la humanidad y a la obra creadora de Dios. Y dirigiéndose a Roberto, si me lo permiten les acompañaré parte del camino.

Varios hombres con caballos de los guardias fueron a recoger a los familiares del marinero con la menor pérdida de tiempo, el resto se dirigió al lugar donde estaban los botes.

Amparados por las sombras de la noche caminaban con el mayor silencio posible, al doblar una de las esquinas entraron en una pequeña plaza, el anciano les dijo.

-La última casa que allí se ve, es la mía, tengo gran interés en entrar en ella, serán unos instantes.

Dos de los hombres lo acompañaron , mientras Roberto siguió con todo el grupo.

La puerta estaba cerrada, el anciano no tenía la llave, forzarla haría ruido y escándalo. Había poco tiempo, el anciano entristecido dijo –es inútil, marchémonos de aquí-.

No había acabado de decirlo cuando surgió de la sombra un joven que se encontraba entre unos árboles. Era su criado, al que abrazó con gran alegría. El sí tenía una llave de la puerta de la casa. Ya dentro el anciano comprobó que todo estaba todavía en perfecto orden, los registros y requisas de sus pertenencias se harían probablemente al día siguiente.

Abrió un arcón, de su tapa levantada desprendió un doble fondo, de él extrajo una capa de seda blanca con una gran cruz en ella de color rojo, extrajo también una bolsa con monedas. Del fondo del arcón tomó en sus manos otra bolsa mayor y repleta de monedas que ofreció al joven mancebo –esto es para ti por haberme servido y vete de esta ciudad, de no hacerlo serás tu quien ocupes mi lugar. Aunque tienes la posibilidad de acompañarme si lo deseas.

La respuesta no se hizo esperar.

-Yo voy a donde tu vayas. Sabes que no tengo donde ir. Me has recogido de niño, me has criado y me has educado.

El tiempo apremia, dijo uno de los hombres. Salieron apurando el paso para intentar alcanzar al grupo, se metieron por callejones, atajaron la distancia que los separaba, no tardando en volver a formar parte de él. Llegados a la playa esperaron a que llegasen los marineros con los familiares, ellos eran un buen grupo de hombres armados y nada debían temer, no obstante, Roberto tomó precauciones.

Mientras esperaban, Don Carlos les explicó la diferencia y variedad de los ladrones diciéndoles, que podrían resumirse en salteadores, estafadores, grumetes, apóstoles, duendes, maletos, cigarreros, cortabolsas, sátiros, devotos, mayordomos y dacianos.

Los salteadores, prosiguió, hurtan en los caminos y despoblados, muy pocas veces roban sin matar, para no ser así descubiertos.

Los modos y astucias que tienen para robar son varios, a algunos los vigilan durante días, sabiendo el día que se alejará de la ciudad con el dinero, etc.

Los estafadores son muy poco diferentes de los primeros, aunque más corteses y menos sangrientos. Buscan con el mayor desenfado a un rico mercader, en su casa, en la plaza, el mercado o en la iglesia, y en medio de mil personas se le acercan al oído fingiendo comunicarle algún negocio y mostrándole un puñal, le dicen, “este puñal pide cien ducados”; los traerás a tal lugar, tal día, si no lo haces, toma candela. El mercader no osa faltar a lo prometido, temiendo que lo maten. Y lo harán si no lo hiciese. Los capeadores, toman el nombre del hurto que es tomar capas de noche, y no tienen otra astucia que la ocasión. Otras veces se visten de lacayos entran en alguna fiesta o banquete, fingiendo buscar a sus amos, muy diestramente y a la vista de todos toman dos o tres capas sobre el hombro y se van con ellos saludando a los que encuentran.

Los grumetes toman el nombre de la semejanza que tienen con aquellos muchachos de los navíos, los cuales suben con gran ligereza por las cuerdas a lo alto del mástil, y los marineros les llaman gatos o jinetes.

Los apóstoles toman el nombre de San Pedro, porque así como el tuvo las llaves del cielo, así también estas llevan una ganzúa o llave universal, con que abren todo género de puertas.

Los cigarreros tienen por particular oficio frecuentar las iglesias, fiestas y banquetes públicos, cortan una media capa, las mangas un sayo, medio manto, un cuarto de faldellín y finalmente, lo que topan porque de todo se saca dinero.

Los devotos son ladrones a lo divino, porque no hay pascua, jubileo, ni idulgencia que no visiten. Están perpetuamente en las iglesias y conventos, muy devotos, esperando la ocasión de esconderse debajo del altar, para salir de noche y vaciar las cajetas y desnudar las imágenes de todas las joyas y oro que tienen.

Los sátiros son gente silvestre y greña, la cual tiene su distrito y habitación en los campos y bosques, robando caballos, vacas, caneros y toda suerte de animales que la ocasión les presenta.

Los dacianos, a este grupo pertenece el que hemos dejado en la celda, es un jefe, son gente cruel, despiadada y feroz, los demás ladrones los temen y no gustan de su compañía. Estos roban niños de tres o cuatro años, y rompiéndoles los brazos y pies, les dejan estropeados y contrahechos, para venderlos después a ciegos, picaros y otra gente vagabunda, que se aprovecha de su condición de tullidos y mal hechos pidiendo limosna por los pueblos, calles y plazas.

Entiéndame ahora, que la vida le hubiese quitado con gusto y aun el alma si pudiese.

Se oyeron ruidos de cascos de caballos, poco tiempo después llegaron los familares a los que hicieron subir a los botes.

El amanecer quedaba lejos, todavía había mucha noche por delante, tenían caballos, un selecto grupo de hombres valientes y armados. Roberto preguntó:

-¿La cárcel de la inquisición queda lejos de aquí?.

-No mucho, oyó decir.

Propongo, dijo, atacar la cárcel, soltar a los presos o traerlos con nosotros los que quisieran acompañarnos, ni hay botín ni hay fortuna, pero hay gloría en esta aventura, la noche es propicia, ¿que me decís?.

-Estamos a tus órdenes, a donde vayas te seguiremos -le respondieron, añadiendo uno, siempre tuve ganas de ser yo quien les echase mano y no a la inversa.

Don Carlos que no tenía intención de subirse a los botes les dijo –Acometer esa empresa, es aventura loca y de las grandes.

A lo que Roberto contestó, es aventura de gloria y nos basta, si además es loca, bienvenida sea, que de tanta cordura estamos hartos.

Don Carlos replicó –Hombres decididos sabiendo lo que quieren, cárceles de la inquisición, liberar presos del horror, aventura loca, o loca aventura, ser justos aunque no justicieros y la noche protegiendo nuestros actos. Señores les ruego me permitan acompañarles, no les sobrará un hombre tan valiente como cualquiera de ustedes. Conozco el arte de la esgrima y los sucios trucos de la pelea callejera.

Roberto indicó que se dejasen los botes cerca del barco y que volvieran a la playa con algún bote más por si fuese necesario embarcar más gente.

Antes de partir, rogó a una de las muchachas que iba en uno de ellos que les haría un gran bien y serviría de gran ayuda si los acompañase.

Dividió a sus hombres en cinco grupos de cuatro hombres con un cabeza de grupo cada uno de ellos.

Llegados al sombrío edificio inquisitorial se apostaron a los lados de la puerta, golpeando con enérgicos aldabonazos -¿Quién va?- preguntó una voz desde dentro.

Yo, una mujer cristiana, respondió la muchacha nerviosa.

Se abrió la mirilla y volvió a preguntar la voz -¿Qué quieres?. Hablar con los familiares de la inquisición, para denunciar, les dijo con una voz ya algo más repuesta.

Denunciar y hablar con nosotros, dijo la voz que ahora les pareció que tartamudeaba ligeramente, lo que indicaba que estaba borracho –además eres bonita, seguro que tienes buen talle, añadió. Varias voces se oyeron dentro preguntando quien era y que por el tono parecían todos ellos ebrios.

-Una palomita que viene a su jaula, decía mientras descorría los cerrojos.

-Que entre, que entre, que le abriremos sus alas –decían riendo.

Se abrió el postigo, en ese momento entró Roberto el primero seguido de sus hombres, saltaron sobre los cuatro guardianes sólo uno pudo esgrimir una daga que de nada le sirvió. Tres más salieron de una habitación, estaban armados pero fueron reducidos sin dificultad.

Roberto dejó un grupo cerca de la puerta en el exterior haciendo guardia. Otro grupo en la parte interna haciendo guardia también. Y con el resto se disponía a recorrer el edificio cuando sintieron unos terribles gritos de mujer que les heló la sangre, provenían de los sótanos.

Están en pleno interrogatorio, preguntan en el nombre de Dios y los pobres infelices responden con gritos desgarradores, no tienen modales ni educación ninguna. Que le rompan los huesos uno a uno, que arranquen sus carnes con tenazas de hierro candente, no es motivo suficiente para contestar de ese modo –Dijo Don Carlos con sarcasmo-.

El edificio era amplio y constaba de dos plantas superiores, Roberto ordenó que todos sus hombres mas los de las puertas subiesen con él, un grupo se dirigió al primer piso, otro al superior.

En esas plantas se encontraban habitaciones de algunos de los guardias de la inquisición, otros eran despachos y archivos, los guardias jugaban y bebían sin incomodarles los gritos de los torturados.

Cogidos por sorpresa eran reducidos sin dificultad alguna. Uno de ellos opuso verdadera resistencia hiriendo a uno de los hombres y enfrentándose con su espada a dos hombres más a los que hacía retroceder. Un espadachín –dijo en voz alta Don Carlos, al tiempo que con un ademán indicaba que le dejasen a él la faena.

Bien, bien estúpido espadachín, eres el perfecto imbécil, estúpido por prestarte al oficio que tienes, y perfecto imbécil por que al enfrentarte a mí vas a recibir varías estocadas de las que lentamente tardarás en morir una semana, para que dolorosamente pongas tu alma a bien con Dios, pero no con ese Dios para el que torturáis y quemáis vivos, sino con el otro, con el que no conoceis, el del amor.

El guardia atacó, repeliendo el ataque Don Carlos con facilidad.

Sólo sabes hacer esto le increpó con sangre fría.

El guardia realizó el ataque al rostro, clásico ataque de la esgrima española, ataque que era esperado por Don Carlos ya que fue desviado con el antebrazo, al tiempo que le descargaba un golpe de espada sobre la muñeca de su adversario, que seccionó cayendo por tierra empuñando la espada, hundió después con varias estocadas su acero en distintas partes del cuerpo que no eran vitales para una muerte pronta.

A morir como puedas, en paz no creo que lo consigas.

Dicho esto, se dio la vuelta, diciendo, –Ahora a los sótanos cada momento de retraso una tortura más.

Se encontraban en el zaguán dispuestos a descender a los sótanos cuando se oyó golpear la puerta en señal de alarma, instantes después sonó la aldaba, eran monjes dominicos, inquisidores escoltados por cuatro guardias.

A penas estuvieron dentro cuando fueron atacados, uno de ellos logró huir pero en la calle fue apresado y muerto allí mismo. Lo introdujeron dentro y lo dejaron con los otros que estaban siendo atados.

Descendieron a los sótanos llevando delante de ellos a los dos inquisidores, que amenazados les iban mostrando las distintas dependencias, hay tres sótanos, les dijeron, las dos últimas celdas, el primer sótano, salas de tormento y justicia.

De la sala salían gritos desgarradores, empujaron la puerta, el espectáculo era dantesco, dos mujeres jóvenes desnudas estaban siendo torturadas, a una la tenían sujeta por las manos y tobillos con cuerdas que estiraban con un torno, dislocándole con esta operación todas las articulaciones de su cuerpo. A la otra le tenían los pies metidos en unas tablas que apretaban los talones con vueltas de un tornillo era el horrible suplicio de la bota, que aprieta los talones produciendo un dolor insoportable. De su boca salía humo, pues le acababan de introducir brasas candentes en la boca a la par que se la mantenían cerrada.

Dos verdugos realizaban las operaciones bajo los ojos atentos y escrutadores de un inquisidor y su secretario que tomaba nota de las preguntas y respuestas, más bien de alaridos pidiendo clemencia, clemencia que no obtenían.

Los verdugos no supieron que hacer en un primer momento, repuestos se lanzaron al ataque con sendas tenazas ardientes, un disparo en el pecho a uno y un tajo en la garganta al otro dejó todo en calma otra vez.

El inquisidor se levantó de su silla temblando de miedo, sospechando de que se trataba levantó el crucifijo en sus manos, diciendo, -En el nombre de Dios, no os atrevaís a dar un paso más, no os atreváis a tocarme siquiera.

En el nombre de estas mujeres, yo os haré lo mismo que con ellas hicisteis, respondió Roberto que se lanzó sobre él golpeando su cabeza contra la pared, hizo desnudar a los cuatro monjes inquisidores, vio una cuerda sujeta a un peso y preguntó, para que era aquello, se sujeta al acusado, se le cuelga y se le deja caer antes de que el peso llegue al suelo se le para repentinamente, esto le descoyunta totalmente.

Bueno haced lo mismo con uno de estos miserables, ¿para que es aquel cajón con rejas y brasas encendidas?.

-En ellas se acostaba al reo.

-Pues haced lo mismo con otro de estos buenos cristianos.

-¿Para que es este ataúd que esta lleno de púas?.

-En el se introduce al reo para que sufra hasta la muerte

-Pues hacer lo propio con otro de ellos.

-¿Para que son estas tenazas al rojo vivo?.

-Para arrancar la carne de los acusados.

Como nadie se atrevía a realizar esto último, decidieron primero liberar a las dos mujeres de aquellos aterradores suplicios y poner en su lugar al inquisidor y a su secretario.

Antes de someterlos a sus propias pruebas de fé preguntarles si reniegan de la fe cristiana.

Todos ellos sin excepción pidieron clemencia llorando y gritando, y como respuesta a la pregunta realizada respondieron que si, que renegaban a la fe cristiana.

He aquí a unos herejes, empezar el tormento.

Envió a los hombres a las otras salas y a los sótanos, al poco tiempo volvieron varios de ellos pálidos.

Es el infierno, capitán, es el infierno, se lanzó sobre uno de los inquisidores y le clavó su espada en el vientre, -¡malditos asesinos!- exclamó lleno de rabia.

Encontraron en las celdas, hombres y mujeres malheridos y con sus huesos descoyuntados por las torturas padecidas, les improvisaron con mantas y tablas angarillas para transportarlos a los barcos, los guardias vivos harían el transporte junto con dos carretas que había en las cuadras.

Los gritos de los inquisidores se oían insistentemente, Don Carlos dijo –acabemos con esos gritos de una vez por todas- poco después todo estaba en silencio, solamente se escuchaban sus voces junto con las voces lastimeras de los atormentados prisioneros que se quejaban al instalarlos en los improvisados transportes.

Roberto dio orden que se prendiese fuego al edificio, serviría además como instrumento de despiste, mientras acudan a sofocar el incendio, no tendrán tiempo de fijarse en nosotros.

Las puertas de la ciudad estaban cerradas, así que hubo que asaltar un puesto de guardia y abrir la puerta que daba salida al camino que les conduciría a la playa donde les esperaban dos botes. En varios viajes al barco que no se encontraba lejos de tierra debido a la marea que estaba en pleamar, fueron trasladándose heridos y hombres.

Antes de embarcar Roberto insistió a Don Carlos para que los acompañase, a lo que se negó.

-Vuestro proyecto necesita hombres de corazones puros, el mío está corrompido en demasía, tengo hábitos muy arraigados de los que además no deseo prescindir ni privarme de todos ellos mientras viva. Que la suerte os acompañe y trate bien.

Ahora debo irme, el tiempo me apremia, hacia Francia es largo el camino y París su capital más lejos queda aún.

Abrazó a Roberto, éste le dijo, tenga una vida más tranquila y sensata, con su valía y saber no entiendo su empeño en la búsqueda de compañía de truhanes y ladrones. A lo que Don Carlos añadió, y mujeres de tugurios y de muchos otros, nobles, eclesiásticos y militares, que en nada desmerecen sus actos y comportamientos de los anteriores, puedo asegurártelo.

Roberto deposito una bolsa con dinero en su mano, que Don Carlos sopesó y guardó. Dió las gracias y montando en uno de los caballos desapareció en las sombras.

Roberto se interesó por la vida de Don Carlos. El anciano le dijo, se llama Don Carlos García, es médico, hombre de buen saber y experiencia pero gusta del juego en demasía, de la bebida, de la comida y de todos los placeres que la noche y el día pueda ofrecerle. Huye de la responsabilidad y de la sensatez como liebre de un cazador.

A pesar de todo, es un hombre honrado de noble corazón que no dudaría en hacer mil favores a quien de él necesitase.

Le he visto, continuó el anciano, dar su bolsa con el mayor respeto y humildad a una mujer indigente que traía un niño de pecho en brazos y dos mocosos cogidos a sus faldas, él quedarse sin blanca y seguir su camino como si nada hubiese ocurrido.

Roberto exclamó, ¡que pena haberlo dejado marchar!.

Los otros navíos realizaban su cometido al igual que el Halcón; el Halcón al igual que los otros dos navíos utilizaban banderas de identificación de su nacionalidad y que se correspondía con la documentación oficial del país, por si en caso necesario hubiese necesidad de mostrarla.

Se dirigían a algún punto de Italia y Grecia allí debían recoger familiares, amigos o amadas, Roberto insistía algo en broma, algo en serio, intentad traer muchachas jóvenes, somos muchos hombres jóvenes y no tenemos a quien entregar nuestros corazones.

Se encontraban entre Grecia y Turquía. No muy lejos de aquí habló el anciano, se celebró la batalla naval de Lepanto, una de las grandes batallas navales de la historia.

Trataban de pasar los días al pairo mientras no transcurría el tiempo de recoger en tierra a los desembarcados, así que la tripulación entera se puso a escucharlo.

El emperador turco asaltaba con sus naves el mediterráneo impidiendo con ello el lucrativo negocio de los comerciantes venecianos, de los negocios del Vaticano, de la Orden de los Caballeros de Malta y de los comerciantes españoles en el Mediterráneo y de sus reinos en Nápoles, Sicilia, Milán y Génova.

Se hizo una liga naval militar para enfrentarse a los turcos.

Los españoles aportaron la mitad de la flota, la otra mitad fue aportada por el Vaticano, la Orden de Malta y la República de Venecia.

El total de los efectivos humanos reunidos por la liga contra los turcos ascendían a cincuenta mil marineros entre los que se encontraban los galeotes o condenados a remar en galeras y treinta y un mil soldados, de los que veinte mil eran españoles, ocho mil venecianos, dos mil del Vaticano y mil mercenarios.

Todos ellos iban a bordo de doscientas ocho galeras de guerra, noventa españolas, ciento seis venecianas doce pontificias. Apoyados por seis galeazas bien armadas venecianas, y ochenta navíos españoles entre naos, fragatas y bergantines.

Al mando de la escuadra de la Liga estaba Don Juan de Austria joven de veinticuatro años de excelente fortaleza física, pues podía nadar con la armadura puesta. Era hermano bastardo del rey Felipe II y éste puso a su lado expertos hombres de mar que lo asesorasen.

La galera es un navío que se utilizó en el mar Mediterráneo, cuyas aguas son más tranquilas que los del océano Atlántico, su uso se remonta a la época de los fenicios y griegos, de las que fueron grandes constructores.

Eran largas y estrechas su borda no sobresalía más del metro y medio fuera del agua, se impulsaba a vela cuando había viento y cuando no, a golpes de remo. De ahí que solamente se utilizasen en las estaciones de buen tiempo. Los remos medían doce metros de largo y pesaban ciento treinta kilos que manejaban cinco hombres por remo, tenían una plataforma a proa y otra a popa donde se instalaban cinco cañones en cada una de ellas, la proa tenía los espolones que servían como arma de choque rompiendo los remos enemigos o introduciéndose en su vientre rompiendo el casco con el impacto.

Los que manejaban los remos eran los galeotes, hombres que habían sido condenados a las galeras, su vida en ellas era extremadamente dura, permanecían atados a sus bancos día y noche, comiendo un poco de potaje y pan, les proporcionaban dos litros de agua y si había mucho esfuerzo, un litro de agua cada hora para reponerlos del sudor perdido. Sus necesidades más primarias las hacían a menudo en el mismo lugar en el que se encontraban, el olor era inmundo, sin contar, chinches, pulgas y piojos o los latigazos del vigilante que caían sobre la espalda del que se encontraba agotado. Las manos de estos hombres a fuerza de remar desarrollaban unas callosidades y unas deformaciones que les daban aspecto leñoso.

Debe señalarse un hecho de gran valentía de un corsario turco, que se infiltró una noche con una pequeña embarcación pintada de negro para con el fin de espiar y contar las naves de la liga. Se confundió en la cuenta lo que transmitió a los suyos creyendo que las fuerzas oponentes eran muy inferiores a la real.

La escuadra turca tenía doscientas treinta y cinco naves frente las doscientas nueve de la liga, treinta y cuatro mil soldados turcos frente a treinta y un mil de la liga, trece mil marineros y cuarenta y cinco mil remeros turcos frente a doce mil marineros y cuarenta y tres mil de la liga.

Se enfrentaban los dos ejércitos mas temibles del mundo, los jenízaros y los tercios españoles aunque estos últimos acostumbrados en los combates en tierra.

El día de la batalla tenían los turcos el viento a favor, era una gran ventaja, de esta forma no se cansaban los remeros, de repente, el viento cambió su dirección y tuvieron estos el viento en su contra. Las galeazas que iban muy bien provistas de artillería y mucho más altas y robustas que las galeras, iban adelantadas, se introdujeron entre la línea de sus barcos haciendo fuego con sus cañones, y desbaratando su formación de ataque después comenzó el combate embistiéndose las quillas de unos galeras contra otras, así trabadas se convertían en plataformas de lucha que se asemejaba a los combates en tierra firme, lo que daba paso al abordaje y la intervención de la infantería.

Los turcos disparaban flechas envenenadas, los de la liga arcabuces y mosquetes. Sucedió un hecho muy sonado, llegado a un punto del combate en algunas de las naves turcas se le habían terminado las flechas y no habiendo otra cosa, arrojaban a los soldados españoles naranjas y frutas que transportaban en sus bodegas.

Los españoles se los devolvían riéndose de ellos, pero sabiendo que la lucha continuaría, feroz y sin tregua alguna por ambas partes.

Las pérdidas humanas sufridas por los otomanos ascendieron a treinta y cinco mil bajas entre muertos y heridos, también se había recuperado la libertad de doce mil remeros galeotes cristianos prisioneros en su escuadra.

La liga había perdido únicamente doce galeras teniendo diez mil muertos, muchos de ellos por flechas envenenadas y veintiún mil heridos. Entre los heridos estaba Miguel de Cervantes, en esta batalla Cervantes perdió su mano izquierda y recibió además dos balas de arcabuz en el pecho.

La tripulación estaba absorta y en perfecto silencio escuchándole, como nadie se movía, el anciano tuvo que añadir.

-Esto es todo, poco más puedo decir, excepto que los turcos extendieron su influencia a otra zona del mediterráneo y que España y los españoles no se beneficiaron en nada.

-Y la Armada Invencible, dinos algo de la Armada Invencible, se oyó una voz de entre ellos.

Los ingleses atacaban a los barcos españoles que se dirigían a Flandes, se construyó entonces una flota numerosa y formidable que recibió el nombre de Armada Invencible. Se componía de ciento treinta bajeles, dos mil cuatrocientos treinta cañones y veintinueve mil hombres de desembarco junto con los treinta mil que tenía Farnesio en Flandes y que iban a recoger, de no haberse interpuesto la escuadra inglesa y holandesa.

La Armada Invencible fue deshecha por las tempestades y por los navíos ingleses bajo el audaz y experto corsario Drake.

La flota española la mandaba el duque de Medina Sidonia que era un inexperto marino al que habían dado el mando al fallecer el marques de Santa Cruz que sí era este un experimentado hombre de mar.

El rey español al saber lo ocurrido se limitó a decir –No envié yo unas naves a luchar contra los elementos. El rey prudente y defensor de la fé como le llamaban, no tuvo en ningún momento una frase de lamento por tantos hombres heridos y muertos.

Y esto es todo, mi vigor no es el vuestro que sois jóvenes y yo viejo, y me encuentro cansado.

Roberto lo acompañó, sentados en el puente de popa disfrutando los últimos rayos luminosos del día.

-Me han dicho que has recogido en tu casa una capa de seda con una cruz y una pequeña bolsa, todo ello oculto en los fondos de la tapa secreta de un arcón. Solamente es la curiosidad que me mueve a preguntarte por tales cosas, no hay en mis palabras otra intención.

El anciano hizo una seña para que lo acompañase, entre sus cosas buscó la capa que puso sobre sus hombros.

-Nunca he podido llevarla en público, y mostrarla tan solo a muy pocas personas. Hoy tengo una buena oportunidad.

Con ella puesta ascendió por la escalera, la capa con la cruz roja se movía agitada a medida que ascendía cada peldaño. Caminaba despacio, solemne, todos los que estaban en la cubierta lo miraban asombrados, llegado al puente de popa apoyo una de sus manos sobre la barandilla.

El color blanco resplandecía con los últimos rayos de sol, destacando sobre el pecho una cruz roja que al igual que la de la espalda terminaba cada esquina en forma puntiaguda ligeramente curvada.

El anciano con su barba bien cuidada y la capa que la brisa marina mecía y agitaba, tenía ahora un aspecto imponente, irradiaba fuerza y poder, seguridad y conocimiento.

Su visión imponía y sobrecogía, no estaban viendo un hombre vestido con una capa, estaban viendo algo más que un hombre, eso se sentía, en esa postura desafiante con su mirada puesta en la lejanía y cercándolo ya las sombras nocturnas. De repente una luz poco a poco fue saliendo de su cuerpo hasta convertirse en una bola luminosa almendrada que lo rodeaba totalmente a un metro de distancia de su cuerpo.

Tiempo después, la luz fue disminuyendo hasta quedar únicamente el reflejo blanco de su capa.

Más tarde explicó a Roberto el significado de todo aquello.

-Pertenezco a la orden de los caballeros del Templo de Jerusalén, o como solían llamarnos, caballeros templarios. Antiguamente nos cubríamos con la capa de seda blanca y la cruz de ocho puntas en la espalda, estas ocho puntas, son …. Aquí el anciano pareció meditar unos instantes, todavía es demasiado pronto para hablar de estos asuntos.

Puedo decirte que la orden a los cien años de su creación tenía inmensos territorios, castillos, ciudades y puertos distribuidos por España, Francia, Inglaterra, Portugal, Alemania, Chipre, Siria, teníamos gran poder político, económico y militar. En la orden del temple, seguíamos la austeridad de la orden religiosa del Cister con la que nos unía una relación espiritual, en aquél tiempo éramos caballeros nobles y monjes guerreros.

Nuestra orden dividía a sus componentes en dos grupos bien diferenciados, los guerreros hombres de armas, de probado valor que rayaba con frecuencia en el heroísmo mítico. A su par se encontraban los guerreros del conocimiento, hombres que investigaban sobre el espíritu y el conocimiento oculto de la naturaleza y el universo.

Conocíamos lugares de la tierra con características especiales, en estos lugares se cruzaban ejes de energías telúricas, importantes cruces de corrientes de agua o cruces de grandes vetas minerales que convierten a estos lugares en idóneos para la unión del espíritu con el universo entero. Sabíamos esto, tanto por transmisiones de conocimientos de los antiguos druidas, conocimiento al cual teníamos acceso, también del oriente de los sabios árabes, sabios judíos y sobre todo con los místicos sufíes.

En nuestras construcciones incluyendo las militares, utilizábamos mediciones que se correspondían con cálculos astronómicos, sobre todo en las religiosas, aprovechando a menudo lugares y santuarios cuya antigüedad se remonta a veces a los orígenes del hombre.

Aquí Roberto lo interrumpió. Descendemos de Adán y de Eva y ellos fueron creados directamente por las manos de Dios insuflándoles vida con su propio aliento.

El anciano esbozó una leve sonrisa, casi triste podría decirse.

-Esa es la mayor de las tonterías de todas las tonterías que el hombre tiene en su cabeza.

La bíblia es una recopilación de libros que narran la historia de un pueblo, la del pueblo judío, historia que además está escrita por ellos mismos. Se divide en dos partes, el antiguo testamento que significa antiguo contrato y el nuevo testamento que significa nuevo contrato. El nuevo contrato o nuevo testamento está basado sobre la vida de Jesús de Nazaret hombre de gran conocimiento secreto y de un espíritu superior, su desarrollo fue tal que la Divinidad lo eligió como a otros hombres superiores, lo eligió como mensajero divino. Jesús de Nazaret nada escribió, nada dejó escrito, lo que de él se cuenta está escrito muchos años después, los evangelistas no lo conocían, excepto Juan y esos escritos fueron retocados, los otros escritos del nuevo testamento se refieren en su mayoría a los hechos de los apóstoles, a cartas y epístolas de Pablo. Este Pablo era un fanático perseguidor de los cristianos, posteriormente se convirtió al cristianismo pero siguió siendo un fanático, esta vez contra todo el que no fuese cristiano. Se dedicó a hacer iglesia, a hacer una religión jerárquica y autoritaria, todo menos espiritual. Este hombre no tenía conocimientos secretos ni elevación espiritual alguna, al igual que no lo tienen los cristianos y la iglesia actual.

En el antiguo testamento en el libro del Génesis, que significa origen, después de la expulsión de Adán y Eva del paraíso, está escrito –“y los hijos de dios se mezclaron con los hijos de los hombres”.

Lo que quiere decir que la tierra se encontraba habitada de hombres. Con la creación de Adán y Eva por dios, querían decir que ellos los judíos procedían directamente de dios y que los demás humanos procedíamos de los hombres. Esto era para enaltecer su raza, en todas tierras de este mundo se encuentran historias, mitos, leyendas o mentiras similares, en la antigua Babilonia, en Egipto, Persia, Sumeria, Roma, Grecia en Perú, Méjico, India y un sin fin de países.

Me he desviado de nuestra conversación primera. Nosotros utilizábamos esos lugares que los antiguos conocían y captaban con su sensibilidad. En estos lugares construimos iglesias y ermitas con el número sagrado de oro, también llamado phi que es 1,618. Este número phi es la proporción áurea o número de relación de proporciones, al mismo tiempo comprendíamos el universo y la vida matemáticamente con las octavas musicales.

Puedo señalarte alguno de estos lugares de especial resonancia energética, el monasterio de Bonoval en Guadalajara, el cañón de Río Lobos en Soria y su cercana Cueva Grande, la iglesia de San Juan de la Peña en Huesca, el castillo y monasterio de Tomar en Portugal.

El cocinero es gallego, pues bien, en esa tierra teníamos posesiones y encomiendas de importantísima preferencia. En la población del Temple, que todavía hoy lleva nuestro nombre se encuentra la hérmita que fue de nuestra orden, pero todavía más especial, y concentrador de alto fluído energético, es la hermosa iglesia románica de Cambre, población muy cerca del Temple y ambas no lejos de la ciudad de Coruña.

¿Has estado en Galicia? preguntó Roberto.

He estado en muchos lugares, pero Galicia por las especiales características de su ubicación, es la reserva dormida espiritual de Europa.

Por Santiago de Compostela, apostilló Roberto.

Te equivocas, la catedral de Santiago de Compostela fue un montaje político con Alfonso II rey de Asturias y Galicia. Después siguió siendo una montaje político, pero además religioso y económico. En Santiago de Compostela solamente encontrarás comerciantes, bribones, pícaros, curas y ladrones, que todos vienen a parar en lo mismo. También encontrarás todo tipo de enfermedades. Paracelso el gran médico y alquimista repetía a sus discípulos, si quieres conocer la enfermedad permanece a la cabecera del enfermo, si quieres conocer las enfermedades viaja a Santiago de Compostela.

Nicolás Flamel el famoso alquimista fue también a Santiago de Compostela, pero en realidad viajó por Galicia, sabía de esos lugares que debía visitar meditando profundamente en ellos. En estos lugares debe buscarse el sitio apropiado, ahí es donde interviene el conocimiento secreto o la sensibilidad desarrollada tras muchos años de esfuerzo y dedicación. Te señalaré algunos de estos lugares, Santa Marta de Ribarteme, la Franqueira, San Andrés de Teixido o el Corpiño. Todos ellos antiguos santuarios y espacios sagrados de religiones mucho más antiguas que la cristiana.

Habrán de pasar muchos años para que vuelva a despertarse la preocupación espiritual, preocupación espiritual que nada tiene que ver con la frivolidad religiosa.

Hasta ese momento solamente queda esperar, todo intento de acortar el tiempo resultará vanamente inútil.

Pero Santiago de Compostela es el gran centro espiritual de la cristiandad, en el tiene que haber en grandes cantidades, las energías de las que hablas. Afirmo Roberto.

Sí, algo hay, pero poca cosa, unas corrientes de agua que se entrecruzan por la zona donde esta situado el sepulcro del que se dice el apóstol Santiago.

Quiero indicarte que lo que llaman campus estelae y que se interpreta como campo de la estrella, por aquella leyenda de que una estrella brillaba día y noche iluminando un lugar preciso y que en ese lugar preciso al excavar se encontró el sepulcro con los restos del Apóstol Santiago.

Debo decirte que en realidad significa campo de estelas funerarias, quiero decir que en ese sitio había un cementerio romano, las estelas eran las lápidas que indicaban el nombre de los finados allí enterrados.

Con la acidez la lluvia y la humedad que hay en esa tierra no cabe en la cabeza de nadie que pudiesen conservarse durante mil años restos de algún cadáver.

En la antigua catedral se realizaban los oficios sobre el ara marmórea del famoso sepulcro del Apóstol. Una de sus placas de mármol que tiene las dimensiones de noventa por setenta y por siente centímetros de grosor. Según dejó constancia Ambrosio de Morales en el año 1574, que era una especie inspector eclesiástico.

Ambrosio de Morales transcribió la inscripción de esta placa perteneciente al sepulcro y dejó por escrito constancia de ella. Después por no parecerle cristiana y que no secundaba los intereses de la iglesia católica, ordenó repicarla para que no quedase vestigio de ella.

En mi visita a los archivos de la catedral, un canónigo hermano templario me mostró el documento.
Esto es lo que estaba escrito si la memoria no me falla:

CONSAGRADO A LOS DIOSES MANES
ATIA MOETA POR DISPOSICIÓN
TESTAMETARIA HIZO COLOCAR
ESTE EPITAFIO AL SUEÑO ETERNO
DE VIDIA MOETA SU BUENISIMA
NIETA DE 16 AÑOS Y PROVEYO
A SU PROPIO ENTERRAMIENTO

Los dos nombres mencionados no son romanos como los de otras tumbas enterradas en el mismo lugar.

Estos nombres son de origen celta.

De haber estado enterrado en ese lugar un hombre de conocimiento avanzado y de espíritu desarrollado, ese sería Prisciliano que en su tiempo, allá por el año cuatrocientos, fue obispo de Ávila. Prisciliano conocía los escritos esenios, monjes místicos de la zona del mar muerto. Algunos de estos escritos estaban en poder de nuestra orden. Prisciliano intentó volver al ideal místico originario, preconizaba que los sacerdotes podían casarse, él mismo lo hizo con Eucrocia una mujer al parecer extraordinaria y altamente espiritual. Preconizaba también que las mujeres podían oficiar los cultos religiosos al igual que el hombre.

Prisciliano fue detenido y juzgado como hereje, Agustín obispo de Hipona y Martín obispo de Tours, ambos elevados posteriormente al santoral católico, salieron en su defensa, sobre todo Martín de Tours, de nada valió, a Prisciliano, le cortaron la cabeza por disentir de la ideología de la iglesia, ya poderosa de Roma.

Menciono a Prisciliano porque él había nacido en Padrón lugar cercano del actual Santiago, y perteneciente a la diócesis de Iria-Flavía, hoy desaparecida, ocupando su lugar la próspera Santiago de Compostela.

Tres discípulos transportaron el cuerpo de Prisciliano en barco a su tierra natal, Padrón. La leyenda que se cuenta sobre el apóstol Santiago, de que le cortan la cabeza y que su cuerpo es trasladado por tres discípulos en barco hasta Padrón, mas que una extraordinaria coincidencia, es una extraordinaria y burda manipulación de la realidad.

Si quieres encontrar cosas realmente importantes, búscalas siempre en lugares y en personas sencillas, los grandes mensajes están continuamente rodeándonos y al alcance de nuestra mano.

A menudo se tomas las maneras sencillas por cosas de poco valor.

-¿Los restos del apóstol Santiago no se encuentran enterrados en el sepulcro de la catedral?, pregunto con inquietud Roberto.

-Alma de Dios, es lo que estuve intentando explicarte durante todo este tiempo.

-Otro embuste más. Estas gentes han alcanzado el mayor de los descaros.

-Todavía hay más, hicieron correr el rumor que en la batalla de Clavijo aparecía el apóstol Santiago a lomos de un caballo blanco y espada en mano matando moros y que gracias a esta intervención divina se ganó tal batalla.

De ahí en adelante se le llamó Santiago matamoros y así se le representa a caballo espada en mano y repartiendo mandobles.

Lo mejor de todo esto, es que Santiago era pobre y no tenía dinero para comprarse un caballo, ni que decir tiene que tampoco sabía montarlo. Los apóstoles junto con Jesús de Nazaret se desplazaban caminando.

Santiago, el hijo del trueno, es lo que su nombre significa, el apóstol del que Jesús dijo “afortunado tú, que posees el don de la doble vista”. No mató jamás a nadie, y menos a congéneres suyos ya que el era medio moro, por no decir moro entero.

Desde ese momento hasta ahora y me temo que por largo tiempo, han puesto una división más entre los hombres, la cruz contra la media luna. Han hecho que estos símbolos sean irreconciliables y sus seguidores enemigos acérrimos que se odian y matan por los engaños y mentiras de sus religiosos.

El espíritu creador es uno allí donde esté, da exactamente igual el color de piel que posea la persona, la religión que practique o la vestimenta que lleve encima.

-Estoy asombrado por las palabras que acabo de oír, se descubre la niebla de mis ojos y veo el mundo desde otra perspectiva. Añadió Roberto pensativo, al mismo tiempo que con pesadumbre.

-Cosas peores veredes. Le dijo Don Quijote a Sancho. A propósito, has leído el libro de Cervantes Don Quijote de la Mancha. No, pues debes leerlo, todos deben leerlo. Lo que más me gusta es cuando Don Quijote dice “cuidado Sancho, con la religión hemos topado”.

Tenía la orden nuestro sello propio que era el sigillum templi, representaba a dos caballeros con armadura, escudo y lanza, sobre un solo caballo. Esta representación explicaba las dos vertientes de la orden, la material, la militar, la política, la económica y la del otro caballero la del conocimiento y desarrollo espiritual. El guerrero espiritual estaba siempre en paz con su espíritu, era consciente de que la muerte permanecía constantemente a su lado y debía estar preparado para recibirla como una compañera que no tuviese nada que reprocharle y el poder ofrecerse limpio de corazón y con su espíritu lleno de la mayor pureza alcanzada por su esfuerzo.

Esta era la idea que en general movía a los caballeros templarios aunque solamente una pequeña parte alcanzaban o seguían el difícil y espinoso camino del guerrero espiritual.

La orden fue fundada en Jerusalén por los cruzados y caballeros Hugo de Payns y Godofredo de San Adémar junto con algunos caballeros cruzados más, todos ellos eran hombres de probado valor y preocupados por sus semejantes.

Los caballeros del temple participaron activamente en las cruzadas ayudando a Ricardo Corazón de León en Jerusalén, tenían tratos comerciales y de intercambios de conocimientos con una orden pareja y similar de monjes guerreros musulmanes, frecuentemente se realizaban rituales cristianos en sus mezquitas y ellos en las nuestras. La búsqueda era común, como común era el objetivo y los lugares donde se situaban las construcciones que albergaban las características que propiciaban dicha búsqueda.

El temple había adquirido gran capacidad financiera, desarrollamos la banca alcanzando gran prestigio y solvencia, se realizaban préstamos a comerciantes pero también a reyes, a la iglesia y al propio papa.

El oro y la plata no abundaban, los templarios la teníamos, esta plata y oro eran traídas por nuestros navíos de América, descubrimiento que manteníamos en secreto y que Colón haría mucho tiempo después.

Participamos en una parte importantísima en la batalla de las Navas de Tolosa, en la toma de Sevilla, en la conquista de Cuenca y de Valencia ayudando al rey Jaime I, famoso por su elevada estatura llevando más de una cabeza al más alto de los hombres de su época.

Jaime I rey de Aragón llamado el conquistador era también templario como templario fue el caballero inglés Guillermo el conquistador cruzado y héroe imbatido en todo torneo al que se presentaba. Has de saber que por aquél tiempo un caballo equivalía a la posesión de quince bueyes y los pertrechos de armadura y espada a otros tantos bueyes, un caballero llevaba sobre sí toda una fortuna, éste era su ganancia cada vez que vencía a otro caballero, además de los premios ofrecidos al ganador de la justa.

Este Guillermo fue el que arrojó del caballo al rey Ricardo Corazón de León y poniéndole la espada al cuello le dijo, en combate hay hombres pero no reyes.

Ricardo no se lo perdonó y trató de perjudicarlo en todo lo que pudo mientras vivió.
Templario fue también el bretón Bertrand du Guesclin, el capitán y jefe de las famosas compañías blancas, aquél que ayudando en la lucha a Enrique de Trastámara contra su hermano Pedro I el Cruel, en la batalla de los Campos de Montiel pronunció aquella famosa frase “Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”.

Templario lo fue pero ya en secreto, el famoso Bayard, conocido como el caballero sin miedo y sin tacha, tan grande era su prestigio que el rey de Francia Franciso I, se hizo armar caballero por él.

Bayard fue muerto de un tiro de arcabuz en la guerra que sostuvo España contra Francia por los reinos de Italia, murió con la espalda reclinada en un árbol y apoyando sus manos en la cruz de su espada. Fue Bayard el último caballero conservador del código de caballería, una de las veces que habían tomado sus tropas una ciudad italiana le llevaron para que se distrajese, como jefe que era, una hermosa y joven muchacha, Bayard le preguntó si tenía enamorado, a lo que la joven temerosa y con los ojos bajos, respondió que sí, depositó en sus manos una bolsa con monedas de oro, diciéndole –te servirá de dote para los esponsoríos, y ordenó que la condujeran a su casa sin que fuese molestada.

Tan respetado y admirado era Bayard, el caballero sin miedo y sin tacha, que el día de su funeral se pararon las hostilidades acudiendo a sus exequias en el ejercito francés, veinte capitanes de las tropas españolas, lamentando ambos ejércitos su gran pérdida.

Tenía el temple más de nueve mil prioratos repartidos por Europa y Oriente y veinte mil hombres pertenecientes a la orden. La envidia de la riqueza y el poder del temple por parte del rey de Francia, del de Inglaterra, del de España, de la iglesia y el Papa, hicieron que Felipe IV de Francia llamado el hermoso junto con el papa Clemente V vertieran acusaciones detractoras y tan falsas como irracionales sobre la orden. Los acusaron de sacrilegio, prácticas satánicas, prácticas mágicas, de brujería y de realizar pactos con el diablo. En el año 1340 fueron detenidos ciento treinta destacados caballeros del temple con esta acusación, torturados y posteriormente muchos de ellos quemados vivos como el gran maestre de la orden Jacques Molay. Los bienes fueron repartidos entre los reyes y el Papa. Gran parte de nuestro tesoro fue salvado y ocultado de los ladrones reales y eclesiásticos, como ocultado fue nuestro verdadero tesoro que era el conocimiento de las fuerzas de la naturaleza y del cosmos que no era otro que el conocimiento de la fuerza del espíritu.

La orden fue disuelta y perseguida por la fuerza y bulas papales, solamente el rey de Portugal rechazó de plano las acusaciones como falsas y partidariamente interesadas.

Desde ese momento hemos permanecido ocultos en las más diversas profesiones desarrollando desde la oscuridad la luz que de una manera u otra contribuye a dulcificar el espíritu del hombre y hacer más llevadera su vida y paso por este planeta.

Roberto preguntó -¿Cómo siendo tan poderosos militarmente fueron tan fácilmente desbaratados?.

-La única y real respuesta a esta pregunta, es que los templarios teníamos una norma que juramos no saltarnos nunca. Si éramos atacados por tropas cristianas, nosotros no atacaríamos a su vez hasta haber sufrido tres ataques consecutivos.

Los atacantes lo sabían, se habían enterado por los templarios sometidos a torturas indecibles. No hubo resistencia alguna, de haberla tenido quien sabe la orientación y rumbo que hubiese tomado la historia europea.

Cruzar el Mediterráneo de Libia a la costa mediterránea Española y parar en otros lugares recogiendo familiares les llevó más de treinta días en llegar a las costas de Libia de nuevo. Abdul llevaba una semana esperando con su amada, estaba radiante y feliz.

En un puerto se abastecieron de víveres, volviendo a cruzar por cuarta vez el Mediterráneo saliendo al Atlántico con rumbo a la ría gallega.

Durante la travesía se planteó ¿Qué hacer con las embarcaciones? El hundirlas no fue aceptado, venderlas pareció la mejor solución y como estaban frente a la costa portuguesa, el Halcón se dirigió a Porto, tratando la venta con comerciantes de la ciudad. El precio de ambos barcos era muy por debajo de su coste, lo que facilitaba su compra, a pesar de su bajo coste eran mucho las cantidades que se recibirían a cambio. En aquel momento las relaciones entre España y Portugal estaban más que tirantes y la ocasión de hacerse con dos buenos barcos a bajo precio, era una oportunidad que los comerciantes no dejarían de aprovechar.

La sociedad se interesó por ambos barcos, pero no podían abonar enteramente su coste, Roberto les propuso una alternativa comercial, que abonasen la cantidad que pudiesen pagar, la cual alcanzaba solamente la mitad del precio del galeón, sin contar con muchas de las mercancías que en el iban y que Roberto y sus hombres no necesitarían. Roberto y varios marineros, en representación de sus compañeros, entraría a formar parte como socios de la compañía, aportando como capital, el Halcón, la mitad del galeón y las mercancías que las bodegas del galeón contenían mercancías, de gran valor en los mercados europeos. Roberto dio una semana de plazo para decidir su propuesta y formalizar los acuerdos, acuerdos que de llevarse a cabo, los convertirían en socios con un buen capital en la compañía. La finalidad de una semana de plazo no era otra que ganar tiempo para realizar el traslado del oro y plata de las bodegas del galeón a las bodegas del Halcón.

El traslado comenzó inmediatamente, los pasillos utilizados para el abordaje sirvieron de puentes entre los dos barcos, la tripulación por turnos trabajó durante día y noche durante todo este tiempo, mientras unos realizaban el traslado, otros disimulaban el oro y la plata en embalajes, no demasiado grandes para evitar que su peso fuese excesivo.

Un barco transportó desde tierra hasta ellos, que se encontraban en el mar, tablas con que confeccionar las cajas y pequeños toneles donde introducir el valioso cargamento.

En seis días, todo quedó resuelto, el Halcón con sus bodegas repletas, el galeón con las suyas medio bacías, en ella solamente había ya, especies y maderas raras, mercancías ambas de mucha demanda en Europa donde llegaban a alcanzar precios altísimos en el mercado, sin mencionar las sedas de la India.

El Halcón debía transportar además de la carga, a todos los marineros y tripulantes del galeón y del otro barco. El trayecto que debían cubrir les llevaría dos días y sin peligro porque navegarían cerca de la costa, a la que se acogerían buscando refugio en alguna cala, en caso de temporal, o de mar embravecido.

Volvió Roberto a reunirse con los socios de la compañía, que aceptaron gustosos, por el aporte de capital, ya que con ello pasaban a ser la sociedad más importante de la ciudad. Con los beneficios obtenidos de la venta de las mercancías existentes en las bodegas del galeón, libre ya de gastos, costas y riesgos, amortizaron gran parte del dinero desembolso por la compra de la mitad del navío. Los socios quedaron encantados, al decirles Roberto, que no interferirían en la marcha de los negocios de la sociedad, que ese cometido lo dejaba en sus manos, por considerarlos conocedores del negocio y hábiles en el comercio. Solamente se le rendirían cuentas de la marcha comercial, de los gastos y de los beneficios obtenidos a final de año o cuando ellos lo requiriesen.
Un notario acreditó los documentos dándoles legalidad. Desde ese momento, se convirtieron en socios de una compañía naviera.

Los marineros se reían de las vueltas que pueden dar los hombres en su vida, de ser marineros, considerados con menos valor que un animal y peor que los animales tratados, de la noche a la mañana se convierten en propietarios de barcos. De no tener un lugar donde siquiera poder reposar a la hora de su muerte, a ser propietarios de una tierra en la que poder vivir con dignidad, sin hambre y del esfuerzo de su propio trabajo.

El Halcón levó anclas, arrió velas y partió rumbo a la ría gallega.

Poseedores de una gran fortuna todo proyecto que intentaran realizar sería viable, al menos económicamente. La voluntad y el deseo de una vida diferente a la que habían llevado haría el resto y aún con una ínfima parte del dinero podrían llevarla a buen término igualmente.

En una pequeña población de la ría, los esperaban con ansiedad los cinco marineros que no apartaban sus ojos del mar. Tenían buenas noticias que comunicarles, todas aquellas tierras habían sido compradas, y otras muchas más por menos dinero del calculado.

Todos ellos habían comprado buenas ropas, su aspecto con la nueva vestimenta no parecía rudo, el cocinero no fue reconocido por su antiguo señor, iba vestido con buena ropa de abrigo, montados a caballo y a comprar. Se presentaron como socios con negocios en ultramar y querían la compra de tierras con todo su contenido, casas, graneros, chozas, fincas, bosques, aldeas, todo lo que tuviese. El dueño estaba deseoso de la vida en ciudad y de residir en lugares más concurridos. La hacienda no le proporcionaba lo suficiente como para llevar una vida disipada como era su deseo. Vendió con facilidad. Como él, tres propietarios más, uno de ellos no quería vender el pazo, pero la condición era la compra de todo o de nada, cedió ante el tintineo del oro.

La décima parte de los terrenos adquiridos llegaban para la realización de la utopía y tenían nueve veces más territorio del necesario, eso los alegraba pensando en el futuro.

La tripulación de los tres navíos se encontraba toda en el Halcón, en una asamblea, Roberto propuso ya de firme, tenemos ya un lugar donde permanecer, tierras que trabajar y socios de una compañía. Se debería para mayor seguridad, fundar otra de las mismas características en otro país, si ocurriese alguna persecución o surgieran contratiempos siempre habría dos lugares en lugar de uno donde acogerse. Misson, Tew y Caraccioli eran también de esta opinión, Madagascar no reunía las condiciones de seguridad necesarias en el futuro.

Tenemos entre nosotros un marinero que ya nos ha hablado del Perú y su antigua organización, es conocedor de su tierra como el cocinero de la suya, he hablado con él y ha visto el proyecto viable sin descartar las dificultades en su ejecución. Pensémoslo y votemos si consideramos la creación de otra colonia en Perú.

Se habló y se consideró durante algún tiempo, finalmente todos sin excepción votaron que dos colonias ofrecían más seguridad que una y por supuesto gran apoyo moral.

La colonia aquí formada se quedaría con la mitad del cargamento y con el interesante paquete de acciones de la compañía portuguesa, que les proporcionaría cuantiosos dividendos.

Para el Perú se llevarían el Halcón y la otra mitad del cargamento.

Comenzaron a trasladar lo almacenado en el vientre del Halcón. Varios hombres del pueblo fueron contratados para comprar en las aldeas y pueblos cercanos, carros y yuntas de bueyes. Ellos servirían de transporte hasta llegar a las tierras del interior de su propiedad. Era necesario que todo fuese trasladado en un solo viaje, carros arrastrados por vacas y bueyes, sería más seguro y levantaría menos sospechas, que realizar varios viajes con menos gente en compañía. Por otra parte, si el traslado se realizaba con celeridad las autoridades no tendrían tiempo de recabar información ante posibles sospechas.

En una bodega que servía como almacén de pescado salado, instalaron los toneles, cajas, maderas nobles y otras mercancías, quedando destinados día y noche en su vigilancia diez hombres fornidos y bien armados.

Desde el primer momento de su llegada, envió Roberto a dos hombres en una embarcación con una carta suya para que la entregasen a sus padres, en ella le explicaba su intención y les pedía que en compañía de los dos marineros viviesen con él, al igual que los familiares de sus compañeros estaban con ellos. Le explicó también, que en estos momentos le era imposible acudir personalmente, pero que su presencia a su lado era muy importante para él, y que los conocimientos de su padre eran necesarios allí adonde iban. Por si su deseo era quedarse en el lugar, les enviaba una bolsa de monedas suficiente para no preocuparse económicamente el resto de sus días.

Todo iba sucediendo sin incidentes, las dificultades que surgían se iban allanando lentamente. El pueblo recibía a los forasteros con servicialidad, su estancia les reportaba un dinero fácil, tanto por la venta de alimentos, de enseres agrícolas, de ropas y la estancia y pensión en sus propios hogares. El incremento de la población de esos días, hacía que el pequeño pueblo pareciese una fiesta por su actividad.

El alcalde y su familia habían sido agasajados por Roberto con diversos obsequios, con el fin de facilitar la resolución de inconvenientes que pudieran surgir, esta medida fue de gran utilidad, ya que el alcalde puso a su servicio toda su influencia para lo que pudiesen necesitar.

Abdul vivía con su amada momentos felices. Ella, había cambiado sus ropas del desierto por las españolas, su rostro era hermoso, su figura bonita y esbelta. Abdul estaba orgulloso de ella, y ella de él, sintiéndose cómoda entre gentes de diferentes hábitos y costumbres.

Los padres de Roberto, decidieron no acompañarle, la idea de estar cerca de su hijo los llenaba de contento pero se encontraban mayores, su vida era apacible, pero sobre todo no deseaban ser una carga para Roberto, que tenía toda una vida por delante por vivir y en la que no le faltarían dificultades y preocupaciones, como para ellos añadirles una más. Reunidos en asamblea propusieron, donar una cantidad de dinero para la construcción de una escuela para los niños, y otra no menos importante, con la que comenzar un seguro para ayudar a las viudas y huérfanos de marineros muertos en el mar, este seguro sería gestionado por los mismos marineros, a la que ellos mismos añadirían una pequeña cuota mensual que incrementase poco a poco su capital, esta seguridad garantizaría la asistencia a aquellas familias que hubiesen sufrido la pérdida del marinero cabeza de familia.

Compraron una buena embarcación de pesca y la donaron al pueblo, de forma que los beneficios obtenidos con ella, ingresasen íntegramente en la sociedad, con el compromiso de que dos carretas con pescado en salazón, en escabeche o secado, partirían cada quince días al lugar a donde iban a instalarse. El costo se abonaría en el instante de la entrega, aunque por adelantado entregaron el valor de ocho carros. Todo este dinero ingresaría también en la asociación marinera.

Dicha idea fue bien acogida, aquellas gentes se habían portado excelentemente con todos ellos, ayudándolos en cuanto podían y con los medios que estaban a su alcance.

Roberto partió en el Halcón sin sus padres y aproximadamente con la mitad de la tripulación de los tres barcos, con destino a Perú. Abdul prefirió quedarse al lado de su amigo el cocinero.

Les quedaba mucho por hacer, cruzar el Atlántico, rebasar el cabo de Hornos, llegar al Perú y comenzar la esforzada y gratificante aventura.

Los carros estaban cargados, los animales fueron uncidos a ellos, el pueblo en pleno con el alcalde a la cabeza acudieron a despedirlos, algunas muchachas jóvenes secaban sus ojos con pañuelos, y algunos marineros les decían que muy pronto vendrían a buscarlas. La caravana comenzó su marcha, tenían mucho trayecto por delante que recorrer.

Los caminos eran malos, estrechos y llenos de piedras, ascendían lentamente por las cuestas, en los descensos, por el contrario, frenaban los carruajes con cuerdas que los hombres sujetaban. El verdor, la belleza de los paisajes y la riqueza de la tierra, entusiasmaban a estos hombres y mujeres de otros climas. Llegados a su destino, conocieron sus tierras, que eran muchas más de las imaginadas, bosques con abundantes árboles, pequeños ríos trucheros, prados de verde hierba y ganado. Las grandes casas de los anteriores propietarios, amuralladas y de sólida construcción de piedra, contrastaba con las chozas miserables de los campesinos medio hambrientos de las aldeas.

Las grandes casas se utilizarían como hospital y como escuela, por un lado, por otro, como almacenes colectivos, graneros y para guardar el ganado en periodos invernales.

En uno de ellos, en las mazmorras que antes habían servido para encadenar y encarcelar a quienes los dueños de la tierra arbitrariamente querían, ocultaron el oro y la plata, dejando una cantidad suficiente para cubrir las necesidades de compras que pudiesen necesitar.

Estas mazmorras fueron selladas, cubiertas y tapiadas con un doble muro de piedra de tres metros de grosor. No obstante cada día un hombre o una mujer distintos cada vez, estarían encargados de su guarda realizando alguna actividad o trabajo cercano al lugar.

El tesoro sería empleado en caso de necesidad o en la futura compra de tierras en otros lugares en los que se organizarían colonias semejantes a la que habían fundado. Por otra parte de las tierras y el ganado también se obtendrían beneficios, así como de la compañía naviera de la que eran socios. No era la economía lo que preocupaba, sino que allí todo estaba por hacer, todo estaba allí por construir. El anciano quería quedarse, pero Roberto le rogó que lo acompañase que su presencia era más necesaria en la fundación del otro establecimiento en el que serían necesarios sus conocimientos en construcción.

No hay comentarios: