MELVYN GRANT (ICE SCHOONER)

Capítulo XV

-SOCOTORA-

Días más tarde avistaron la isla Socotora, buscaron un buen lugar donde pudieron escorar los barcos, reponer las tablas dañadas así como limpiar bien los cascos de las embarcaciones que frenaban la marcha haciendo más lenta la navegación, habían provisto los tres navíos, con todo lo necesario, entre ellos había carpinteros y albañiles, curtidores, toneleros y gente de las más diversas profesiones incluyendo un impresor con su prensa que Roberto hizo subir abordo. Trabajaban bien pero con calma, no teniendo prisa alguna tomaban aquello más que como un trabajo como descanso en tierra. El buen tiempo les ayudaba, intimaban con los habitantes de la isla a los que les compraban bueyes y cerdos, salaron sus carnes y las guardaron en las bodegas. Muchos se iban de caza, otros pescaban y otros se divertían con los nativos. Roberto no dejaba ni un solo momento sin buena vigilancia y buena guarda los barcos. También había advertido de no realizar afrenta alguna en ningún momento a los nativos advirtiendo que el alcohol no tenía cabida en hombres que deseaban ser libres.

  
-El alcohol oscurece las mentes, abotarga los cuerpos y embrutece las almas. Eso no es para nosotros. Y preguntaba:

-Acaso queremos volver a nuestra vida anterior.

Había en la isla abundantes plantas de Aloe que los nativos utilizaban para casi todas las enfermedades que padecían, habían clasificado varios tipos de aloe como más eficaces según las dolencias que tenían.

Entre los aloes, el aloe vera era la que al parecer tenía más virtudes y en general más propiedades curativas.
Roberto que había sido iniciado por su padre en la botánica curativa y en el conocimiento de las plantas medicinales se interesó grandemente por esta planta de la que los nativos hablaban con vehemencia. 

Comprobó que con el jugo gelatinoso de la hoja fresca las heridas cicatrizaban muy rápidamente y evitaban la infección, sus efectos beneficiosos sobre las quemaduras les parecieron sorprendentes. Comprobó también la hermosa piel de los nativos, no solamente en los jóvenes sino en los ancianos que tenían una piel tersa y limpia, y es que con frecuencia se bañaban juntos en el gelatinoso jugo de esta planta. Además de diversos preparados con ella, la utilizaban en pequeños trozos en la comida. Utilizándola sobre la piel para hidratarla, para evitar y aliviar las picaduras de mosquitos y en las partidas de caza para que los animales no detectasen su olor humano y huyesen.

Aprendió Roberto innumerables aplicaciones de las propiedades de esta misteriosa planta, recogió las formas de hacer aceites y extractos curativos de aloe.

 Investigó y se ingenió para reducir su gelatina a polvo, para ello la seco al sol, después con un almirez la machaco y trituró hasta reducirla a un polvo muy fino. Esto hizo en cantidades considerables, así como de los aceites que distribuyó en los barcos incrementando la botica.

Algunos nativos tenían la piel mucho más clara incluso sus rasgos físicos eran diferentes, los que tenían la piel más clara vivían en el interior de la isla, acudiendo a la costa para la pesca o para adquirir e intercambiar productos. Roberto entró en relación con ellos intentando descubrir su origen aunque sospechaba que serían descendientes de portugueses que durante años y ahora también frecuentaban estos mares para su comercio.

Le pareció extraño no obstante que de ser así, siendo hombres de mar y dedicados al comercio instalarían sus factorías en la costa y no en el interior de la isla.

Roberto, el cocinero y dos hombres más, acompañaron hasta su poblado a varios de estos nativos. La curiosidad de Roberto era grande y deseaba desvelar aquél misterio, para ello se preparó para aquel viaje.
Para su sorpresa el poblado no tenía construcciones al uso del resto de la isla, sino que estaban sólidamente construidas de materiales de adobe y de piedras y en lugar de planta circular, eran rectangulares con el tejado a dos aguas, distribuidas en calles.

Tenían alcantarillas y desagües a lo largo de ellos tapados con losetas de barro, por lo que las calles permanecieran limpias e higiénicas, lo que los dejó maravillados, pues en las ciudades occidentales distaban mucho de la limpieza que allí veían.

Los condujeron hasta la presencia de los más ancianos, que como pudieron fueron haciéndose entender unos y otros, a veces utilizaban algunas palabras con entonación diferente a los otros nativos.

Uno de los marineros que le acompañaban, exclamó:

-Aquí hay algo muy extraño, varias veces he oído palabras en griego y ciertos sonidos son del norte de Grecia, yo soy de esa zona de Tesalónica y los reconozco.

Añadiendo:

-Voy a señalar una serie de objetos con palabras griegas que ellos hayan empleado o que yo empleé, tal vez así saquemos algo en limpio.

Los resultados no se hicieron esperar, varias palabras coincidían con los objetos señalados, aunque la pronunciación variaba mas ligeramente y en otros muy poco.

Ante las preguntas de aquellas coincidencias y escuchar la palabra Grecia, uno de los ancianos que hasta ese momento había permanecido en silencio observándolo todo sin perder detalle comenzó diciendo:

-No os sorprendáis, hace muchos años, nuestros antepasados venían de Grecia y Macedonia, formaban parte del ejército de Alejandro Magno, hijo del rey Filipo II de Macedonia. En sus conquistas puso su nombre a la ciudad de Alejandría, conquistó muchos territorios y países incluyendo, Egipto, Libia, Persia derrotando al rey Darío. En Babilonia quiso reconstruir la torre de Babel mientras se preparaba para la conquista de la India por mar y tierra, más de diez mil soldados trabajaron cerca de un año fabricando adobes y construyendo la torre.

De tan grande que eran las dimensiones del edificio que pasado este tiempo no se había construido más que la base y la plataforma primera. Hubo de abandonarse el proyecto para realizar campañas de conquista. 

Estando en la población de Gordío, encontró en un templo una cuerda anudada sofisticadamente a un yugo de bueyes. Preguntó por aquello y le explicaron que la tradición decía que aquél que consiguiese desatar el nudo estaría destinado a conquistar el mundo. Alejandro desenvainó su espada y de un tajo cortó el nudo y siguió adelante.

Cuando nosotros tenemos un problema que es difícil de resolver utilizamos la expresión este es el nudo de gordiano de la cuestión.

En el asedio de una ciudad fue herido por una flecha, la herida se le infectó cobrando un feo aspecto, su maestro Aristóteles le envió un hombre conocedor de las heridas, que le aplicó ungüentos y aceites de Aloe. 

Quedó tan satisfecho y maravillado de los efectos de esta planta que ordenó la conquista y colonización del lugar de donde prevenían las mejores plantas de aloe, con el fin de tenerlas siempre para las necesidades de sus soldados, heridos o enfermos. Ese lugar no era otro que la isla Socotora, lugar en el que nos encontramos. Ese es nuestro origen y esos han sido nuestros antepasados.

De nuestro rey, nuestros antepasados nos trasmitieron muchas anécdotas como la de que cuando era niño y se enteraba que Filipo había conquistado una nueva ciudad o un nuevo territorio, se enfadaba y decía en voz alta, mi padre no va a dejar territorios a los que yo pueda conquistar. Lo que hacía reír a los generales y soldados.

Una vez siendo todavía adolescente, compró su padre varios caballos, pero uno no lo podían montar, al intentarlo se encabritaba sobre las patas traseras. Su padre lo rechazó. Entonces él dijo, lástima que tan hermoso animal no sea entendido por el jinete. No le pareció bien al rey aquellas frases desafiantes de su hijo, así que un tanto airado le dijo:

-Si lo montas es tuyo, Alejandro se dirigió al caballo, dirigió su cabeza frente al sol, y montando sobre la grupa del caballo, galopó y trotó ante el asombro y admiración de todos los que allí estaban. Este caballo sería el compañero inseparable de sus batallas se llamaba Bucéfalo.

Más tarde explicó, que el caballo se asustaba con las sombras de los ademanes y gestos que se producían con el sol, al estar frente a él y no haber sombras el caballo no se alteraba. Filipo decía a menudo a sus generales, mi hijo tiene las cualidades para ser un rey más grande y conquistador que yo.

No daban crédito a lo que estaban oyendo, en una isla alejada de la costa y con dos mil años de diferencia se contaban estas cosas como si hubiesen sucedido hacía poquísimo tiempo. Los ancianos vieron que Roberto y sus compañeros tenían la extrañeza y la incredulidad reflejada en el rostro. Uno de ellos se levantó, abrió un arcón extrayendo de él, varias espadas, varios cascos, puntas de laza, una coraza y dos escudos, todos ellos bien conservados por estar impregnados en grasas y porque debían ser cuidadosamente limpiados cada cierto tiempo. La evidencia no podía ya ser refutada. Roberto tomó en sus manos una de aquellas espadas, eran antiguas, muy antiguas al igual que el escudo y la coraza. Ofreció dinero o lo que quisiesen por una de las espadas, pero se negaron a vendérsela, -estas son cosas que nos unen a nuestros antepasados, no podemos venderlas, les dijeron los ancianos.

Tanto Roberto como sus compañeros estaban fascinados por lo que oían, el griego quería saber más y le preguntó porque eran las espadas tan cortas, cosa que a decir verdad les extrañó a todos ellos. Uno de los ancianos tomó la espada en su mano he hizo con ella varios movimientos en el aire, sin fatiga aparente la depositó de nuevo respetuosamente en el arcón, comenzó diciendo, varias eran las armas que se utilizaban, la espada que utiliza un jinete debe ser por lógica más larga que la utilizada por un guerrero de infantería. La infantería, base del ejército de Filipo de Macedonia y heredada por su hijo, se componían batallones cuadrados de un frente de dieciséis hombres con un total de doscientos cincuenta y seis hombres armados. Portaban casco, escudo y coraza como defensa, como ataque, lanza larga que en los desplazamientos se apoyaba en el hombro del guerrero que iba delante y una espada corta más efectiva en el combate cuerpo a cuerpo de las batallas. Estos batallones, bien adiestrados, manteniendo bien la disciplina, eran como rodillos, en campo abierto eran invencibles como así se demostró. Esa era la razón de que la espada fuese más corta.

Alejandro Magno murió joven, aquejado de malaria, no vivió en ningún momento como rey, su vida fue la de un guerrero austero y prudente.

En la principal batalla que tuvo contra los persas y tras derrotar al rey Darío III, este tuvo que abandonar precipitadamente su campamento y huir. Al llegar Alejandro a las tiendas de Darío y ver la fastuosidad y riqueza que le acompañaban exclamó, esta es la tienda de un general o es el palacio de un rey.

Le trajeron como rehenes a la mujer y la hija del rey persa, según dicen, de extraordinaria belleza tanto una como la otra. Puso esclavos y guardias a su servicio para que en ningún momento fueran molestadas ni sufrieran afrenta alguna, y eso que el Persa había reunido tropas e intentaba hacerle frente defendiendo su reino. A pesar de ello el Macedonio le hacía llegar los mensajes de su mujer e hija, a la par que le entregaba a ellas los regalos que su marido les enviaba. A pesar de ser enemigos, entre ambos reyes surgió una secreta amistad, dando órdenes a sus soldados de que a Darío no se le diese muerte. Uno de sus aliados para congraciarse con el conquistador, lo traicionó y dio muerte. Cuando tuvo noticias de este hecho, quedó tan consternado y enfurecido de tal manera que mando doblar dos árboles y atar a ellos los miembros de noble persa traidor para después soltar los árboles hasta que volvieron a su posición original. El rey macedónico tenía gran simpatía por el rey Persa y admiraba su valor y constancia en la guerra a pesar de las adversidades. 

Tenía como objetivo derrotarlo totalmente, pero también tenía en mente recompensarlo y ganárselo como amigo.

Como bien os he dicho Alejandro tenía por maestro al filósofo Aristóteles. De el había aprendido el arte de la política, el de la diplomacia y a ser tolerante y generoso con los ciudadanos de las naciones conquistadas. Sus ejércitos por un lado y su hábil política por otra, hizo que muchos territorios se le rindiesen sin necesidad de batalla alguna. Conocían que se acercaba a sus territorios y antes de que llegasen sus mensajeros o tropas de avanzada, ya le habían llegado a él tributos de pleitesía, ofreciéndole el territorio.

Él los aceptaba, dejaba a los gobernantes en su lugar, supervisados por algunos de sus generales. Se vestía, al igual que sus generales y oficiales con las ropas del lugar, adoptaba sus usos y costumbres, acudía a los templos haciendo ofrendas a sus dioses, animaba a sus oficiales para que se casasen con los hijos de los nobles, cobraba tributos aumentaba su ejercito con animales y nuevos soldados a los que adiestraba en el manejo de las armas de su ejercito y continuaba sus conquistas, llegó hasta la India, de allí trajo la peculiar forma de pensar oriental a Grecia, así como conocimientos matemáticos.

Le habían hablado de la sabiduría de los brahamanes ascetas, queriendo someterlos a una prueba llamó a diez de ellos y como procedían de una ciudad que se le había revelado le dijo que daría muerte al primero que no respondiese y así lo haría por orden intimando al más anciano de ellos que al final juzgase. Al primero preguntó, -si eran más en su opinión los vivos o los muertos, la respuesta fue,

-Que los vivos, porque los muertos ya no eran.

Al segundo preguntó, quien tenía mayores bestias, la tierra o el mar, y le respondió,

-Que la tierra, porque el mar hacía parte de ella.

Al tercero preguntó, cual es el animal más astuto, y respondió,

-Aquel que el hombre no ha conocido todavía.

Preguntado el cuarto, con qué objeto había hecho que la ciudad se rebelase, respondió,

-Con el deseo de que viviera bien o muriera malamente.

Preguntado el quinto cuál le parecía que había sido hecho primero, el día o la noche, respondió que el día había precedido a esta en un día, y añadió viendo que Alejandro se maravillaba,

-Que siendo enigmáticas las preguntas era preciso que también lo fuesen las respuestas. Mudando pues de método, preguntó al sexto, -como lograría uno ser el más amado de los hombres, y respondió,

-Si siendo el más poderoso no se hiciese temer.

Preguntó al séptimo, cómo podría cualquiera que es hombre o hijo de hombre hacerse Dios, dijo,

-Si hiciese cosas que al hombre es imposible hacer.

Preguntó al octavo, de la vida o la muerte cual podrá más, respondió,

-Que la vida puesto que esta podía soportar tantos males.

Pregunto al noveno, hasta cuándo le estaba bien al hombre el vivir, respondió,

-Hasta que no tenga por mejor la muerte que la vida.

Mandó al décimo que hiciese de juez y que se pronunciase y respondió el más anciano de ellos,

-Que habían respondido a cual peor.

Repuso Alejandro pues tú morirás el primero juzgando de esa manera. A lo que replicó,

-No hay tal ¡oh rey! A no ser que tú te contradigas, habiendo dicho que moriría el primero que peor hubiese respondido.

Los dejó en libertad, les hizo regalos y envió algunos de sus filósofos que fuesen a aprender lecciones de ellos.

Pasaron algún tiempo más en la isla hasta que las embarcaciones estuvieron a punto y bien abastecidas, levaron anclas, desplegaron las velas y aprovechando el viento a favor dirigieron su proa a la isla de Madagascar con el propósito de inspeccionarla y si la encontraban de su agrado instalarse o instalar en ella uno de sus asentamientos.

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