MELVYN GRANT (ICE SCHOONER)

Capítulo VII

-EL MISTERIOSO FENOMENO-

Navegaron por el Golfo de Méjico a la altura del trópico de Cáncer. Esta zona está sujeta a vientos y tifones que se forman a veces en breve tiempo. Sin embargo, nada de eso ocurrió, el tiempo era bueno y las condiciones de navegación idóneas.

Ascendieron al norte atravesando el estrecho de Florida, dejando Cuba a la derecha y la península de Florida a la izquierda, siete días después avistaron las islas Andros en las Bahamas, donde se abastecieron de agua, fruta y carne fresca. La tripulación tuvo días de esparcimiento, beneficiándose con el clima y con el trato hospitalario de los habitantes.

Partió el Halcón en dirección a la Gran Bahama con intención de avanzar más al norte entre el paralelo 30º y 35º para controlar la ruta de los barcos ingleses y holandeses que se dirigían a Carolina y a Virginia.
Pasaron las islas Bikini que dejaron de verlas con la oscuridad de la noche, el mar gozaba de una calma deliciosa la mayor parte de los marineros dormían, el turno de guardia permanecía en cubierta atendiendo a sus quehaceres. De repente, sonó la campana de alarma y combate, cada cual como estaba saltó de su catre semidesnudo, empuñando lo que más a mano tenía y todavía con el sueño en los ojos, subieron a cubierta.

Roberto salió precipitadamente también, empuñaba dos pistolas, un resplandor ilumnaba al barco envolviéndolo en una inmensa bola de luz. La tripulación se tapaba la cara evitando aquél brillo cegador, los objetos de metal, las cuerdas, los mástiles, las velas, todo el barco y los cuerpos mismos de los hombres brillaban con luz de intensidad desconocida.

Roberto disparó al aire sus dos pistolas, de ninguna de ellas salió el menor sonido, habían dejado de funcionar. Corrió hacia uno de los cañones y lo cargó, hicieron los mismo con dos más, ninguno pudo ser disparado. ¡Todos con sable! Gritó. Los ojos fueron acostumbrándose a la luz que apenas resultaba ya molesta, más bien al contrario, resultaba agradable. Cada hombre ocupó su puesto en espera de un ataque, ¿un ataque de quien?, esa pregunta no se la habían hecho, solamente sabían que aquello podía entrañar un gran peligro y fuese quien fuese era poderoso, mil veces más poderoso que ellos.

Así estuvieron largo rato, nada se veía, los ojos acostumbrados a la extraña luz comenzaron a percibir que cada marinero resplandecía con luminosidades de colores, todos tenían colores del arco iris que se extendía más allá de su cuerpo. Maravillábanse de la extraña visión que unos de otros tenían, no encontrando explicación para este misterio. El ánimo era tranquilo, estaban en sus puestos preparados ante un posible abordaje y sin embargo, se encontraban tranquilos y seguros, como sabiendo que nada peligroso iba suceder. Poco a poco la luz fue alzándose del barco y como a una distancia de media milla se sumergió en el interior del mar, no provocó ningún ruido ni siquiera el menoroleaje. Ahora la sombra nocturna y el mar rodeaban silenciosamente el barco. ¿Qué ha sido esto? Preguntaron a Roberto, que solamente se limitó a decir. Algo que de haberlo querido nos habría calcinado.



El misterioso fenómeno proporcionó a los marineros una extraña sensación de seguridad, nadie era capaz de dormirse, la calma del mar se confundía con sus almas. Con una temperatura grata, permanecían todos los hombres en cubierta hablando unos, permaneciendo en pensativo silencio otros. Sin pretenderlo se encontraron reunidos en cubierta y en asamblea. Volvieron a hablar del futuro, tenían dinero y un barco, iban a incrementar esta cantidad y cuando se lograse que harían, de que serviría todo lo que pudiesen tener si no había un lugar seguro para sus vidas.

El extraño fenómeno (*) parecía haberles dotado de mentalidad distinta, su carácter antes rudo, se había tornado amable, se preocupaban del futuro, pero no del de ellos, sino del de sus familias y aún de otras gentes. El cambio no fue por nadie notado porque fue un cambio generalizado, en su interior cada uno de ellos sentíase distinto, transformado.

Decidieron sin excepción buscar un lugar de buen clima, bien situado, de buenas tierras de labor y bosques, con río y manantiales de agua, comprar la mayor extensión posible de esos terrenos e instalarse en ellos con sus familias.

La idea pareció genial, todos estaban encantados, se veían ya con su mujer, con sus hijos, con sus padres o con sus futuras mujeres los que no las tenían.

Surgieron las matizaciones del proyecto, una escuela para los niños, un hospital para enfermos, un lugar para el intercambio, harían falta casas, graneros, calles, plaza, herrerías, establos y muchas otras cosas, así como gentes que fuesen entendidas y prácticas en los diversos oficios para que de nada faltase. Poco a poco la imaginación dio rienda suelta a la población perfecta, donde se pudiese vivir libremente, en liberad y con libertad.

¿Habrá leyes? Preguntó un marinero. El silencio se hizo durante unos instantes, una voz respondió desde la oscuridad: estamos viviendo fuera de la ley, estamos viviendo al margen de las leyes, si las leyes nos cogen dejaremos de vivir.

La voz del marinero siguió oyéndose.

Las leyes que conozco son como el martillo, golpean de arriba abajo, el pobre siempre está abajo. Toda ley por muy buena que sea, acabará convirtiéndose en un martillo. Nunca hemos necesitado leyes para vivir, trabajábamos hasta deslomarnos, vivíamos como podíamos ayudándonos unos a otros en nuestra miseria. Es el rico quien necesita leyes, leyes con las que nos condena por cazar, recoger madera o pescar en los ríos, porque bosques y rios de ellos son, las tierras que trabajamos, tierras suyas son, nuestras personas y nuestros hijos suyos son, todo es suyo por leyes o por la fuerza.

La voz que salía de la oscuridad no era otra que la del cocinero, poco se sabia de él y sorprendió a todos tanto por su manera de hablar como por la forma de expresarse. Abdul, el de las pocas palabras, rompió su silencio. De donde yo soy, en donde yo vivía, el cielo y la arena se confunden en el horizonte, no hay árboles, hierba, ni matorral alguno, el sol nos alumbra, nos da calor y también nos mata, la noche nos protege del sol, nos abriga del calor, nos da frío y también nos mata. Un pozo de agua es más preciado que una mina de oro, porque no hay agua en el desierto y el hombre necesita agua. En el desierto si el hombre no se ayuda no sobrevive, esa es nuestra única ley natural, ayudarnos unos a otros, las demás son leyes que molestan más de lo que sirven, que oprimen en lugar de liberar. Por esas leyes he estado perseguido, por esas leyes ahora lo estoy, por esas leyes no debemos perseguirnos ni a nadie perseguir. En el lugar donde vivamos, añadió Abdul, la única ley que debe regirnos es esta “Haz por el otro, lo que quisieras que el otro hiciese por ti, de necesitar tu ayuda”.

Un marinero preguntó ¿y si alguien no actúa de ese modo?. Abdul respondió. En el desierto quien no ayuda, no sobrevive, el agua cae de las nubes refrescando la tierra, esa misma agua en ríos va al mar, el mar la devuelve a las nubes con el calor del sol. Si tú me ayudas veinte veces ¿Por quéno voy yo a ayudarte a mi vez?.Si tú tratas bien a mis hijos ¿Por quéno habré yo de tratar bien a los tuyos?. Aún con los que nos han tratado mal, devolvemos a menudo, el bien por mal, haciéndonos bien comportándonos de esa manera, bien que por fuerza habremos de devolver. Lo mezquinoque ahora hay en nuestras almas desaparecerá en gran parte en una sociedad como la nuestra. Agregando, si alguno de nosotros no se comportase adecuadamente, seremos nosotros mismos en asamblea y en votación quienes decidiríamos lo que hubiese de hacerse, como ahora mismo y hasta ahora lo hemos hecho.

Convencieron plenamente las palabras de Abdul el gigante silencioso, de aspecto temible pero de juicio y bondad extrema.

La noche dejaba paso al día, la claridad hacía retroceder las sombras cansadamente, también ellos acusaban el cansancio y como la noche se retiraron a sus literas buscando el sueño reparador, calmante de las más violentas emociones.

(*) La zona de las islas Bikini y de las Bahamas, es la zona del llamado triángulo de las Bermudas. En ella han desaparecido numerosas embarcaciones incluso aviones sin dejar rastro y sin explicación lógica del suceso. Esta zona es lugar de avistamiento de objetos voladores no identificados OVNI.

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